Cuaderno Urbano Nº38 | Año: 2024 | Vol. 38
ARTÍCULO
Entre quintas y barrios: modos de habitar espacios periurbanos. Reflexiones desde el oeste de La Plata, Buenos Aires, Argentina
Between fields and neighborhoods: ways of inhabiting peri-urban spaces. Reflections of the west of La Plata, Buenos Aires, Argentina
Entre fazendas e bairros: modos de habitar os espaços periurbanos. Reflexões do oeste de La Plata, Buenos Aires, Argentina
Florencia Musante
Licenciada y profesora en Sociología por la Universidad Nacional de La Plata. Magíster en Sociología por la Universidad Estadual de Campinas. Becaria doctoral CONICET (IDHICS, UNLP). Doctoranda en Sociología en la Universidad Nacional de San Martin.
Orcid: https://orcid.org/0000-0001-6058-1570
E-mail: flor.musante@gmail.com
Resumen
El objetivo del presente artículo es analizar los modos de habitar de actores sociales que son agentes de un proceso de urbanización de un espacio periurbano: productorxs hortícolas y habitantes de un asentamiento popular. Mientras que las quintas productivas son los espacios históricamente predominantes en un cordón verde de relevancia regional, los barrios populares son uno de los usos residenciales que viene disputando con más fuerza el uso productivo. Mostraremos las dinámicas de habitar en “quintas” productivas y desde “barrios” populares, como dos espacios particulares que configuran modos de habitar específicos, pero que a su vez son atravesados por actores que los ponen en diálogo y tensión, y los reconfiguran en un habitar entre ambos. Todes comparten un acceso muy limitado a infraestructuras y servicios, y al mismo tiempo delinean modos específicos de habitar y producir urbanización en el periurbano. Se trabaja desde una metodología cualitativa, con un enfoque etnográfico que busca captar la experiencia urbana de los actores.
Palabras clave
periurbano; quintas; barrios populares; modos de habitar
Abstract
The objective of this article is to analyze the ways of living of social actors who are agents of an urbanization process of a peri-urban space: horticultural producers and inhabitants of a popular settlement. While the productive fields are the historically predominant spaces in a green belt of regional relevance, the popular neighborhoods are one of the residential uses that has been disputing most strongly the productive use. We will show the dynamics of living in “fields” and from “popular neighborhoods”, as two particular spaces, which configure specific ways of living, but which in turn are crossed by actors who put them in dialogue and tension, and reconfigure them in a dwelling between both. They all share very limited access to infrastructure and services, and similar strategies of displacement and circulation, and at the same time they outline specific ways of inhabiting and producing urbanization in the peri-urban area. We work from a qualitative methodology, with an ethnographic approach that seeks to capture the urban experience of the actors.
Keywords
peri-urban; fields; popular neighborhoods; ways of living
Resumo
O objetivo deste artigo é analisar os modos de habitar dos atores sociais agentes de um processo de urbanização de um espaço periurbano: produtores hortícolas e moradores de um assentamento popular. Enquanto as quintas produtivas são os espaços historicamente predominantes em um cinturão verde de relevância regional, os bairros populares são um dos usos residenciais que mais fortemente têm disputado o uso produtivo. Mostraremos as dinâmicas de viver nas “quintas” produtivas e desde os “bairros” populares, como dois espaços particulares, que configuram modos de vida específicos, mas que por sua vez são atravessados por atores que os colocam em diálogo e tensão, e os reconfiguram em um habitar entre ambos. Todos partilham um acesso muito limitado a infraestruturas e serviços, e estratégias semelhantes de deslocamento e circulação, e ao mesmo tempo delineiam formas específicas de habitar e produzir urbanização na área periurbana. Trabalhamos a partir de uma metodologia qualitativa, com abordagem etnográfica que busca captar a experiência urbana dos atores.
Palavras-chave
periurbano; fazendas; bairros populares; modos de habitar
DOI: https://doi.org/10.30972/crn.38387678
Nota de la Editorial: Cuaderno Urbano respeta el uso de lenguaje no sexista de la autora de esta publicación.
Introducción
En la sociología urbana existe una larga tradición de investigación que se preocupa por la separación en el espacio urbano de los distintos grupos sociales. En América Latina, desde el último tercio del siglo XX, se habla de una reconfiguración de las grandes ciudades metropolitanas, que dejan de ser definidas y compactas para pasar a expandirse de modo difuso, amplio y fragmentado (Ciccolella, 2012; De Mattos, 2010 ). Las ciudades se extienden ya no en forma lineal ni con un radio limitado, sino a partir de redes articuladas en centros y sistemas urbanos que combinan gran cantidad de pueblos y ciudades medianas y pequeñas. Hay de esta manera un desdibujamiento del modelo de ciudad clásico que crecía desde un centro hacia su periferia con delimitaciones más o menos claras del entorno rural, y aparece una trama de espacios reticulados, combinados, híbridos.
Entre los estudios socio antropológicos sobre las ciudades latinoamericanas, destacamos aquellos que más allá del debate conceptual sobre “segregación” (Carman et al., 2013; Sabatini et al., 2001), “división social del espacio” (Duhau, 2003) o “fragmentación” (Schapira, 2001) se proponen indagar en los modos de habitar los espacios urbanos. De esta manera, tomamos la propuesta de analizar la experiencia urbana de los actores, entendiendo que esta permite dar cuenta del habitar cotidiano de las personas, prestando atención a las interacciones, los desplazamientos y los usos constitutivos de la vida urbana (Duhau & Giglia, 2008; Segura, 2012). En este marco, nos interesan los debates en torno de un espacio en particular, que se articula justo en el límite entre las dinámicas urbanas de la ciudad densa y la expansión difusa sobre el área rural: los espacios periurbanos.
El concepto de periurbano ha sido acuñado para caracterizar espacios con usos heterogéneos del suelo y multiplicidad de actores intervinientes (Barsky, 2005; Feito, 2018 ). Según Pintos (1993) estos articulan una serie de procesos: sistemas de producción primaria intensivos, sectores residenciales no permanentes y de ocio, acceso a la tierra de sectores populares mediante ocupaciones, valorización inmobiliaria y descentralización productiva, entre otros. Proponemos abordar la dimensión conflictiva de estos espacios a partir de una mirada centrada en los actores sociales, en tanto los distintos usos del suelo están motivados por grupos diversos que conviven en contigüidad espacial con recursos, posibilidades, estrategias y condiciones de vida divergentes.
El objetivo del presente artículo es analizar los modos de habitar de actores sociales que son agentes de un proceso de urbanización del periurbano de la ciudad de La Plata: productorxs1 hortícolas y habitantes de un asentamiento popular. Mientras que las quintas productivas son los espacios históricamente predominantes en un cordón verde de relevancia regional, los barrios populares son uno de los usos residenciales que viene disputando con más fuerza el uso productivo. Mostraremos las dinámicas que conforman “quintas” productivas y “barrios” populares como dos espacios particulares, que configuran modos de habitar específicos, pero que a su vez son atravesados por actores que los ponen en diálogo y tensión, y los reconfiguran en un habitar entre ambos. Quienes arriendan la tierra para producir y vivir se asientan en quintas; quienes ocupan de forma colectiva tierras para tener acceso a la vivienda construyen desde un barrio popular. Algunes productorxs son parte de la ocupación y acceden a un lugar para vivir, pero no para producir. Todes comparten un acceso muy limitado a infraestructuras y servicios, y al mismo tiempo configuran modos específicos de habitar y producir urbanización en el periurbano.
El trabajo se desprende de una investigación en curso donde la estrategia metodológica responde a una inserción múltiple y con variadas temporalidades de la autora en el campo. Comienza en el año 2013 a partir de proyectos de extensión y de militancia en el periurbano platense, y se profundiza y sistematiza con el trabajo de investigación desde el año 2017. La vinculación prolongada en el tiempo tanto con productorxs hortícolas como con habitantes de barrios populares permitió desplegar un enfoque etnográfico, una mirada “de cerca y de dentro” (Magnani, 2002) que buscó captar la “experiencia urbana” de los actores (Segura, 2015). Para esto, nos nutrimos de “participaciones observantes” (Perelman, 2009)2 construidas en asambleas, reuniones, talleres, una escuela de adultes y una cooperativa de trabajo, así como también de doce entrevistas en profundidad realizadas en el marco de distintos proyectos de investigación colectivos e individuales3. Es a partir de esta inserción específica, tanto en los diferentes espacios (quintas, barrios) como en espacios compartidos, que fue posible construir una mirada sobre lo específico, y lo común, de habitar espacios periurbanos.
Al poner el foco en las redes sociales, las interacciones cotidianas y los modos de vida, aparece el carácter activo de les habitantes de la ciudad, que no son pensados como miembros pasivos de categorías estáticas si no a partir de sus experiencias y sus modos de construir un espacio (peri)urbano. Es a partir de este enfoque que nos adentramos en los modos de habitar no específicamente lo urbano si no desde el periurbano, en un proceso que podemos considerar parte de lo que Caldeira (2017) llama “urbanización periférica”. Este concepto responde a un modo de producción del espacio en donde distintos actores operan con temporalidades y agencias específicas; en el que se desarrollan modos propios de hacer política que se entraman a su vez con lógicas oficiales; y que produce ciudades altamente desiguales y heterogéneas. La propuesta es adentrarnos en las formas de acceso a la tierra, la vida cotidiana, las viviendas y la movilidad cotidiana de estos actores, para desplegar algunas de las lógicas y entramados que están produciendo urbanización en el periurbano platense.
El periurbano platense
La ciudad de La Plata tiene 772.618 habitantes (Indec , 2022) y está ubicada 56 km al sureste de la ciudad de Buenos Aires, capital nacional. Es la capital de la provincia de Buenos Aires, encabeza el aglomerado urbano denominado “Gran La Plata”, que incluye las vecinas ciudades de Berisso y Ensenada, y forma parte también de la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA). Si bien está atravesada por la dinámica metropolitana más importante del país, la ciudad presenta ciertas características singulares.
A diferencia de otros conglomerados de la RMBA, donde el avance de la mancha urbana fue desarticulando las zonas productivas, el desarrollo del periurbano platense está signado por la continuidad del peso relevante de la horticultura (Benencia, 2009; García & Lemmi, 2011; Ringuelet, 2008). Esta actividad se consolida definitivamente en la década de 1990 a partir de una intensificación de la producción vinculada con la incorporación de capital, especialmente tecnología de invernáculos; y de la incorporación de fuerza de trabajo a partir de migraciones bolivianas, que desde fines de los años 70 comienzan a llegar a la región. Con el pasar de los años, les trabajadorxs bolivianes se vuelven agentes centrales de la producción en el sector, siendo actualmente quienes predominan en la pequeña agricultura familiar (García & Quaranta, 2021).
Se suma a esto la existencia (hasta 2010) de una ordenanza municipal de protección del suelo rural, elementos que de conjunto contribuyeron a darle una centralidad cuantitativa y cualitativa a la producción hortícola platense. Distintas investigaciones (Cieza et al., 2015; Lauría, 2011) muestran crecimiento en la incidencia de la producción platense en el Cordón Bonaerense, pasando de representar un 28% en 1998 a un 72% en 2010. En las últimas dos décadas, se verifica una densificación y expansión del área de producción intensiva en el partido de La Plata: datos oficiales recientes (20234) calculan que el 85% de la producción del cordón bonaerense bajo cubierta se concentra en La Plata y estiman que se trata de un área productiva que abastece a catorce millones de personas.
Sin embargo, en las últimas dos décadas, la actividad productiva del periurbano platense está siendo disputada por otros usos del suelo, especialmente el residencial (Frediani, 2010; Mosca, 2022; Ríos & Rocca, 2022) . Se construyen barrios cerrados y clubes de campo, se subdividen parcelas rurales para emplazar viviendas en casas quinta “amplias” y “verdes”, se ocupan tierras donde se levantan barrios populares. De esta manera nos encontramos hoy con un espacio periurbano que es habitado por una multiplicidad de actores sociales que producen configuraciones espaciales diversas y desiguales. En este trabajo proponemos adentrarnos en dos de ellas: las quintas productivas, emplazamientos históricos de la producción hortícola; y los barrios populares, una de las modalidades que viene disputando con más fuerza los usos productivos del suelo.
Las quintas tienen como característica central la unidad del espacio productivo y el espacio doméstico. Se trata, en su mayoría, de productorxs de pequeña escala y bajo capital que producen con lógicas de la agricultura familiar. Si bien algunes productorxs logran el acceso a la propiedad de la tierra, el arrendamiento es la forma de tenencia predominante. Se trata en su mayoría de migrantes bolivianes que llegan a través de redes familiares y/o de paisanaje (Benencia & Geymonat, 2005). La forma de tenencia de la tierra determina las condiciones de hábitat y vivienda: al renovar los contratos de alquileres cada dos o tres años, las familias se instalan en viviendas muy precarias, de madera y chapa, que pueden desarmar y volver a armar en caso de mudarse.
Por su parte, las ocupaciones de tierras constituyen una de las variadas formas del hábitat popular (Varela & Cravino, 2008 ) que expresan la imposibilidad de acceder a una vivienda de grandes sectores de población, excluidos tanto del mercado formal como del acceso vía políticas públicas. Hablamos de barrio popular para referirnos a un entramado que tiene irregularidad en el dominio, con viviendas consolidadas por sus propios habitantes, y cuyas aspiraciones buscan integrarse al tejido formal (Cravino, 2006; RPPVAP).
Según el Registro Público Provincial de Villas y Asentamientos Precarios (RPPVAP) existen hoy en La Plata 166 asentamientos populares, siendo la ciudad con el mayor registro de barrios de este tipo en la provincia. Al respecto, el estudio de Di Croce, Garay y Paggi (2018) muestra que sólo en 2015 se produjeron quince tomas de tierras en La Plata, de las cuales nueve fueron sobre tierras rurales productivas. Una de estas ocupaciones fue en un predio de 56 hectáreas en la localidad de Abasto del periurbano platense, donde más de mil familias tomaron tierras que hasta entonces eran alquiladas para uso productivo (Musante, 2018). De esta manera, el suelo que hasta hace pocos años (2015) era campo productivo, hoy es un barrio con casas de material y de madera, con calles de tierra abiertas e inicios de una obra eléctrica. Se trata de una ocupación en donde por una serie de circunstancias particulares (Musante, 2019) se consiguió muy rápidamente la expropiación de tierras por parte del Estado a quienes eran sus dueños. Se realizó una subdivisión por manzanas y lotes (mil lotes de un tamaño de 10 x 25 metros) y se otorgó la pre adjudicación de los terrenos a cada una de las familias, involucradas en la construcción de un barrio apodado por sus habitantes con el nombre Sin Fronteras.
Figura 1
Fuente: elaboración propia con base en Google Earth y QGIS 3.8.3.
Modos de habitar entre quintas y barrios
Proponemos recorrer tres modos de habitar que se despliegan en el periurbano platense: habitar en la quinta, con la actividad productiva como elemento estructurador; habitar desde un barrio popular, a partir del cual se construyen redes y circulaciones múltiples; y habitar entre las quintas y los barrios, dilema que se les plantea a les productores que tienen un lugar para habitar, pero no para producir. En el juego con las preposiciones hay una clave para leer los modos de habitar en estos lugares: en las quintas, en tanto es ahí donde transcurre el nudo de ese habitar, al conjugar en el mismo espacio lugar de residencia y de producción; desde los barrios para marcar una diferencia central: los modos de habitar parten del lugar de residencia, pero implican circuitos, circulaciones, salidas que son constitutivas de ese modo de habitar. Y finalmente entre las quintas y los barrios, ya que también hay agentes que producen su habitar atravesades por el dilema que les plantea esta posición intermedia.
Habitar en la quinta
Las relaciones de producción y las condiciones de acceso a la tierra determinan en gran parte la vida cotidiana de les productorxs. Quienes recién llegan se instalan para trabajar por día como jornaleros o como medieros, sistema mediante el cual se acuerda un porcentaje de las ganancias a cambio de la fuerza de trabajo, quedando a cargo del “patrón” el alquiler/tenencia de la tierra, los insumos y otros gastos. El sistema de mediería incluye en el acuerdo una habitación donde él o la mediera puede vivir con su familia, por lo que facilita muchas veces la llegada. Estos son los primeros peldaños de lo que Benencia (1997) llamó “la escalera boliviana”, para dar cuenta de los procesos de movilidad ascendente de las familias hortícolas. El acceso al alquiler propio de la tierra y luego a la propiedad completan la escalera ascendente, aunque este último peldaño es accesible para una escasa minoría.
Ramona5, 37 años, es una de las productoras que alquila tierra para vivir y producir. Llegó en 2007 a la Argentina a través de una conocida del pueblo donde vivía, en las afueras de Cochabamba, Bolivia. Trabajó muchos años como mediera, y vivía en una pieza que le otorgaba su “patrona”, mientras criaba tres hijos varones. Ocho años después de su llegada, Ramona logró salir de la situación de mediería y arrendar ella misma media hectárea de tierra, a partir de un alquiler compartido con compañeras de la organización en la que participa6.
Irene, 38 años, llegó de Bolivia en 2004, junto a sus padres. Pasaron primero por Mendoza, donde trabajaron en la papa, el ajo, la aceituna, y la uva. Las constantes mudanzas del trabajo “golondrina” los llevaron a buscar un lugar donde pudieran establecerse de modo permanente, y decidieron trasladarse al cordón hortícola platense, donde ya estaban viviendo algunos hermanos de ella. Esto les permitió alquilar la tierra desde que llegaron, donde trabajan varios miembros de la familia. Alquilaron en cinco quintas distintas desde su llegada, y actualmente viven y producen en un predio que también alquilan, de cuatro hectáreas. En ciertos períodos contratan otros trabajadores (que suelen ser también parientes) a través del sistema de mediería.
El ritmo de la vida cotidiana de ambas está marcado por los tiempos y dinámicas de la producción. En verano el día comienza con el sol, a eso de las 4 o 5 de la mañana y las tareas son varias: carpir, surcar, escardillar, regar, hacer carga, entre otras. Cerca de las 11 de la mañana las mujeres paran para ir a cocinar el almuerzo y recibir a les niñes que vuelven de la escuela. Algunas familias tienen cocina con garrafa, pero muchas veces se prende fuego y se cocina directamente a leña, afuera. Ramona, por ejemplo, tiene un espacio abierto para esto y en invierno prefiere prender el fuego para poder calentarse.
En el periurbano de La Plata predomina la producción bajo cubierta (Nieto et al., 2022). Esto implica que el trabajo se realiza dentro de los invernaderos, los cuales concentran altas temperaturas. En verano, el calor del mediodía impide trabajar, por lo que se hace un corte de algunas horas y se “entra” nuevamente a las quintas por la tarde, hasta que se va el sol, que pueden ser otras cinco o seis horas más. El trabajo implica muchas horas de posición en cuclillas o inclinadas, con un desgaste físico y consecuencias para la salud considerables, incrementadas por el uso constante de agroquímicos. En el caso de las mujeres, al trabajo productivo se le suman las tareas de cuidado y de reproducción en el hogar, que implican no sólo cocinar, cuidar y preparar a les niñes para ir a la escuela, si no también lavar la ropa a mano, limpiar la casa y hacer las compras. Como dijo Irene cuando le preguntamos sobre su ocupación: “Y… yo hago de todo. Soy quintera, pero también cuido a los chicos, lavo, cocino, organizo el comedor, voy, vengo, de todo”. En invierno los horarios se acortan, junto con las horas de luz del día, y el trabajo es menos intenso. Predominan las verduras de hojas (lechuga, acelga, espinaca, albahaca, kale, perejil) y la demanda de la producción se reduce en relación con la época de calor.
Las viviendas de les productorxs varían en estrecha relación con la forma de tenencia de la tierra. Quienes logran ser propietarios pueden, con el pasar de los años, construirse una habitación de material, a la que le van incorporando espacios según la capacidad de ahorro que logren. Quienes alquilan viven en casillas de madera que autoconstruyen en pocos días. En general, cuatro paredes de madera y un techo de chapa son el resguardo mínimo para que una familia se instale. A partir de ahí, pueden adicionarse más habitaciones, según los miembros del hogar, un espacio de cocina, pisos de cemento, aislamiento para que no entre la lluvia, según las posibilidades. Los baños se suelen construir afuera de las casas, y la inexistencia de red cloacal en la zona hace que tengan que ser con pozo ciego.
El arrendamiento como forma de tenencia está en estrecha vinculación con estas condiciones de vida, ya que quienes se dedican a la actividad hortícola dependen de la renovación de los contratos de alquileres (cada dos o tres años) imposibilitando la instalación en un lugar fijo y por lo tanto la construcción de viviendas de material permanente, incluso cuando se cuente con ingresos para hacerlo.
La mudanza entre distintas quintasde la misma zona es frecuente, sobre todo, frente a los aumentos de precios de los alquileres, aunque implica grandes costos, lo que hace que se maximicen los esfuerzos por renovar el alquiler en el mismo lugar. Esto depende de las negociaciones con las pocas inmobiliarias que gestionan el mercado de tierras en la zona, que son al mismo tiempo impulsoras de subdivisiones y de desarrollos inmobiliarios. Ramona se mudó a inicios de 2023 de la quinta en donde vivía y producía desde que llegó a la Argentina (2007), porque los dueños dejaron de arrendarla para uso productivo con intenciones de lotearla. Las disputas por los usos del suelo cobran mayores dimensiones en la última década, con la tendencia a la conversión de suelo rural en lotes residenciales.
Si pasamos a abordar la movilidad cotidiana, nos encontramos con que el principal motivo de movilidad en la región es el desplazamiento hacia el trabajo7. Les productorxs, al vivir en las quintas, no realizan este tipo de desplazamientos, lo que reduce las movilidades cotidianas a un conjunto específico de espacios, circuitos y trayectorias, y refuerza su habitar en las quintas.
Por un lado, para quienes tienen hijes, el desplazamiento principal está vinculado con la educación. El transporte público (colectivo) conecta solamente las avenidas principales, lo que hace necesario en muchos casos “salir” a pie de las quintas. Tres de las escuelas públicas de la zona están ubicadas sobre una ruta provincial que atraviesa el periurbano y es frecuente ver a niñas, niños y adolescentes caminando por la vera de la ruta, en grupos o de manera individual. Los hijos de Ramona se inmiscuyen entre las quintas para tomar un atajo y llegan a su escuela por detrás. Un trayecto de unas diez cuadras que recorren ida y vuelta todos los días, que les lleva cerca de veinte minutos. Los días de lluvia andan con botas, porque las calles de tierra se convierten en grandes barriales llenos de charcos.
El servicio de transporte vehicular privado, el remis, es frecuentemente utilizado para cubrir trayectos y distancias donde no hay otras alternativas. En muchos casos, para asistir con rapidez a centros de salud. En la zona hay un hospital público interzonal y algunos centros de salud de las delegaciones comunales. Sin embargo, entre les trabajadores quinteres es también muy utilizada la atención privada, siendo la discriminación sufrida, los largos tiempos de espera y la saturación del sistema público los motivos más citados para explicar esta elección.
Además de las movilidades vinculadas con la educación y la salud, el otro nodo de desplazamientos diarios tiene que ver con el abastecimiento: mercados, farmacias, bancos. Esto en general se resuelve en alguno de los centros urbanos más cercanos: el de Olmos o el de Abasto, dependiendo de las cercanías y necesidades; y se hace en momentos específicos del mes.
Los circuitos de esparcimiento cotidianos son en su mayoría entre distintas quintas o espacios en el mismo periurbano. Ir a visitar a la familia, que muchas veces está en alguna quinta próxima, o jugar al fútbol en una canchita de la zona son actividades frecuentes durante el fin de semana. El fútbol tiene un lugar importante en la sociabilidad y el esparcimiento de les productorxs —sobre todo en varones, pero también en mujeres, en niñes y en adultes—, siendo frecuente la participación en equipos, torneos y competencias. Hay canchas en las mismas quintas y en espacios colectivos propios de la comunidad boliviana, y se desarrollan incluso torneos “intercomunales”, en los que se arman equipos según la comuna de procedencia de Bolivia. Estos espacios no son frecuentados por quienes no son de la comunidad, lo que sugiere circuitos de circulación y sociabilidad diferenciados (Saraví, 2015).
También la participación en organizaciones sociales y políticas crea nuevos circuitos y movilidades, siendo la intervención en actos y movilizaciones otro de los motivos de desplazamiento tanto al centro de la ciudad de La Plata como a la ciudad de Buenos Aires.
Habitar desde el barrio popular
Las ocupaciones conllevan, en general, una tenencia precaria de la tierra, dada la constante posibilidad de ser desalojados con la que conviven sus habitantes. Sin embargo, en este caso, el proceso de intervención estatal que se desarrolló una vez consolidada la ocupación (Musante, 2019), otorgó una pre adjudicación de las tierras a cada familia, que garantiza la seguridad de la tenencia del lote. Esto permite que cada grupo sea dueño de su terreno, y pueda entonces construir viviendas a largo plazo, a diferencia de lo que pasa en las quintas productivas. El tipo de viviendas que se construyen varía significativamente de acuerdo con la capacidad de ahorro y de inversión de cada familia, lo que se relaciona estrechamente con su actividad laboral.
Muches de les habitantes de este barrio no tienen una actividad laboral formal ni asalariada, si no que se desempeñan en distintas tareas y actividades de la “economía popular” (Fernández Álvarez, 2018; Gago et al., 2018; Trujillo et al., 2022 ). Este término designa un amplio abanico de inserciones ocupacionales como son les trabajadorxs de la construcción, trabajadoras de casas particulares, trabajo doméstico y de cuidado, trabajos socio comunitarios en comedores y merenderos, changas de mantenimiento, entre otros8.
Es el caso de la familia Ortiz, cuyos integrantes viven algunos en el barrio de la toma y otros en un barrio lindante anterior, a unas pocas cuadras. Susana es oriunda de Abasto, vivió toda su vida en la zona y reside actualmente en la casa familiar que heredó. Fue quien participó activamente de la ocupación para conseguir un lugar para cada uno de sus hijxs mayores: Juan, 25 años, y Verónica, 28 años, que ya vivía con su pareja y sus dos hijas, pero en una casa prestada.
Susana conjuga múltiples actividades en su semana, y destaca la cercanía entre los lugares por donde circula, la posibilidad de ir y venir y el vínculo entre familiares y amigues, como elementos que estructuran su vida cotidiana:
Paso siempre de acá para allá, me voy para la casa de Rosi [vecina], de ahí para otro lado, me voy para otro lado, ya me vienen a buscar, ya me voy, me voy a un piquete, me voy para otro piquete, y así estoy. Y siempre algo traigo, mercadería traigo […] Aparte el trabajo que yo hago, ahí en el country siempre limpio casas.
Paso siempre de acá para allá, me voy para la casa de Rosi [vecina], de ahí para otro lado, me voy para otro lado, ya me vienen a buscar, ya me voy, me voy a un piquete, me voy para otro piquete, y así estoy. Y siempre algo traigo, mercadería traigo […] Aparte el trabajo que yo hago, ahí en el country siempre limpio casas.
La circulación por el barrio, la casa de vecinas, un comedor donde busca mercadería, y la urbanización cerrada donde trabaja configuran un ritmo de vida que lejos está del trabajo productivo que marcó su infancia y que moldea la vida de muchas de sus vecinas. La ida a “piquetes” habla además de la participación en organizaciones y actividades políticas — y, dirían Auyero y Servián (2023), de sus estrategias de supervivencia—. Susana además coordina con sus hijes mayores algunas tareas de cuidado de sus hijes menores y nietes: ir a buscarlos a la escuela, tenerlos en la casa cuando su madre o padre está trabajando, hacerles la comida.
Para les más jóvenes, como su hijo Juan, la ocupación de tierras fue la posibilidad de acceder a la autonomía y la casa propia. Juan es chef, trabaja en un comedor comunitario de Abasto y cuando puede hace changas de mantenimiento con el padre. Además, estudia Trabajo Social en la Universidad Nacional de La Plata, lo que lo hace desplazarse al centro de la ciudad varias veces por semana. A diferencia de les productorxs, donde cada familia vive en su quinta, el hecho de “estar en el barrio” crea una dinámica compartida cotidiana desde donde se mantienen redes familiares y circulaciones laborales y educativas múltiples.
Lo mismo sucede con Mariana, 41 años, quien se hizo su casa en el barrio donde vive con su marido y sus dos hijos. Son migrantes de Paraguay y llegaron a la Argentina en 2007. La casa de Mariana combina madera y ladrillos, en una estructura que va consolidándose a medida que pueden ahorrar algún dinero, y cuando el marido se hace un tiempo para mejorarla. Ella trabaja cuidando ancianos mayores y él “hace de todo”, mayormente changas en la construcción. Al igual que Susana, su vida cotidiana está muy marcada por la pertenencia al barrio: tomar tereré con las vecinas, reunirse en el comedor donde realiza tareas socio-comunitarias, que les niñes salgan a jugar a la plaza. La vida compartida con otres, vecines, familiares, es parte del habitar cotidiano.
Entre quienes no se dedican a la producción, el trabajo constituye el principal motivo de circulación, dada la necesidad de desplazamientos para llegar a los lugares laborales. Mariana utiliza el colectivo para ir a cuidar a una señora a otro barrio de la ciudad, y su marido se mueve o en colectivo o en auto particular, de algún compañero de obra que lo lleva y lo trae.
También Salomón, 52 años, vive con su esposa y sus cuatro hijos en una casa que se hicieron en la toma de tierras. Actualmente está desempleado, y cocina pan casero que sale a vender en bicicleta por el barrio para tener algún ingreso. La casa de Salomón es de ladrillos, y está en proceso de construcción. A pesar de las promesas de realización de obras de servicios e infraestructura por parte de distintos organismos estatales, actualmente no cuentan con luz, ni agua, ni calles asfaltadas.
Y bueno, y acá lo que tenemos acá lo puse yo. O sea, con los vecinos juntamos, pusimos plata, trajimos el cable, la luz, yo traje una manguera de agua hasta mi casa y de acá sale para todos lados. Pero bueno, sino otra forma no tenés. Yo hace cinco años que vivo, asi que calculá, no tener ni la luz ni el agua.
La producción del espacio urbano es llevada adelante por los propios habitantes que además de construir su casa, buscan maneras de garantizar servicios y condiciones de habitabilidad. Los residentes no consumen simplemente espacios desarrollados y regulados por otros, sino que son agentes centrales en la producción de la urbanización (Caldeira, 2017).
¿Habitar y producir?
Entre las quintas y los barrios, les productorxs hortícolas quedan tensionades cuando pueden tener un lugar propio para vivir, pero esto implica alejarse del espacio de trabajo. Muchas de las familias que ocuparon en Sin Fronteras se dedican a la producción hortícola. Algunes productorxs que siguen viviendo en las quintas donde trabajan construyeron casillas de madera en sus lotes en el barrio. Esas casillas permanecen vacías durante la semana, y son visitadas esporádicamente en el intento de resguardar un lugar que puede ser saqueado u ocupado por otres. En situaciones críticas de la actividad productiva (fuertes tormentas que destruyen toda la producción, por ejemplo) algunas familias deciden dejar de arrendar tierras productivas y mudarse a su casilla en el barrio, con la intención de consolidarla a medida que logren generar algún ahorro.
Otres productorxs, mejor posicionados en el grado de consolidación de su actividad productiva9, van construyendo una casa de material, en mejores condiciones, con distintos espacios, más amplias y consolidadas, que las casillas de madera típicas de las quintas productivas.
El problema que se presenta ante esto es que vivir en los nuevos barrios implica alejarse del espacio productivo, lo que pone en jaque su actividad laboral. El trabajo en las quintas demanda jornadas muy extensas, intensas y con intervalos en el medio según la época del año, lo que impide poder separar el espacio doméstico del laboral. Algunes optan por dejar de alquilar y trabajar como “jornaleros” por día, en alguna quinta cercana. Otres tienen su lote e incluso a veces su casa en el barrio, pero no la habitan, ya que permanecen en el espacio productivo para sostener las jornadas laborales. Hay también quienes dejan la quinta, se mudan al barrio e intentan insertarse en otro tipo de actividad laboral.
Walter, productor hortícola, 35 años, alquila dos hectáreas en el lugar donde vive actualmente. Además, hace poco compró dos hectáreas y media en Oliden10, una localidad vecina que últimamente está poblándose de productorxs. Tiene también un terreno en el barrio Sin Fronteras, donde se hizo una casa a la que no va:
Mirá, la casa está hace tres años y hasta el día de hoy nunca la vi. Porque me cuesta irme de acá […] para mí lo más sencillo es estar acá. Yo me caigo de la cama y ya estoy acá. En cambio, después en el barrio me tengo que levantar, tengo que patiar de allá hasta acá, o si no en las tardes me quedo… y no es lo mismo, para mí no es lo mismo. Digamos, en el sentido que, digamos, si yo estoy acá, el trabajo está junto a mí. Si yo me levanto a cualquier hora o momento, estoy ahí.
Ser productor y tener una casa en un barrio aparecen como elementos en tensión, en un periurbano donde cada vez hay menos quintas y más barrios, y donde la opción para muches quinteres es correrse, mudarse más allá, moverse y mover con elles el periurbano productivo. Aunque no dejan de tener un lote en la ocupación como resguardo donde vivir, en caso de necesitarlo. Walter condensa en su persona las distintas posiciones plausibles para les productorxs hortícolas: alquilar para vivir y producir; lograr el acceso a la propiedad de la tierra en un lugar más alejado; tener un lote en una ocupación de tierras. Los distintos espacios implican diferentes modos de vida y de habitar desde el periurbano, que pueden conjugarse o entrar en tensión, según elecciones y circunstancias.
En el caso de Carola y su familia, productorxs hortícolas, migrantes de Bolivia, decidieron dejar el arrendamiento de su quinta hace tres años por la suba del precio del alquiler. Demoraron en mudarse esperando la concreción de las obras de energía eléctrica y de agua, pero finalmente decidieron hacerlo, a pesar de estar ubicados “en el fondo” del barrio de la toma, donde es aún más difícil circular y acercarse a fuentes de energía y agua. Empezaron a construir su casa propia, por ahora con madera. Carola y su pareja pasaron a trabajar por día en quintas cercanas y ella también cocina panes y empanadas para vender.
La presencia de productorxs hortícolas en el barrio Sin Fronteras es también un elemento de tensión con otres habitantes, que señalan que “las casas grandes” y más consolidadas son de “la gente de la quinta”, marcando una diferencia con quienes tienen otras actividades laborales. Les productorxs son quienes, en períodos de buenas cosechas, tienen posibilidad de ahorrar e invertir en sus viviendas, y eso genera distinciones y diferenciaciones en el interior del mismo barrio. Al mismo tiempo, tener una quinta cerca del barrio trae problemas a les productorxs vinculado s con el robo de verduras en sus quintas.
Habitar desde la (peri)urbanización periférica
El periurbano productivo más importante del país está siendo atravesado por dinámicas de urbanización que lo transforman, impulsadas por distintos actores sociales que tienen elementos en común y también proyectos que entran en tensión.
Con sus matices y diferencias, les productorxs hortícolas y les habitantes de barrios populares, construyen su espacio de vida y hábitat en un periurbano que es cada vez más urbano, pero en el que no están resueltos servicios e infraestructuras básicas que hacen a las necesidades de su vida cotidiana. Aunque la movilidad central –vinculada con el trabajo– es particular en cada sector, hay puntos de contacto en el resto de las movilidades de estos grupos: moverse en zonas de cercanía para llevar a les niñes a la escuela, por cuestiones de salud, para abastecimiento y espacios de sociabilidad (clubes, canchas, etc.) es una tarea diaria que implica combinar distintos medios de transporte, recursos y horarios. En general es necesario “salir caminando” tanto de quintas como de barrios, por quince o veinte cuadras de tierra y barro. Las calles no están asfaltadas y se inundan reiteradamente, el transporte público es poco frecuente y aparece el remí s como opción de movilidad más costosa pero muchas veces como única alternativa.
En cambio, la morfología urbana implica un importante punto de contraste. En las quintas las tierras productivas separan una casa de otra en grandes distancias. El paisaje es dominado por extensiones verdes y blancas (invernaderos) y casillas de maderas que aparecen de manera salteada y tras grandes extensiones cultivadas. En los barrios, una casa al lado de la otra habilita medianeras compartidas y vecines que forman parte de las mismas manzanas. La vida cotidiana se ancla en relaciones de vecindad y parentesco, y son parte de las estrategias de cuidado y reproducción familiares. Si en el barrio es común dejar a les niñes con una hermana o una vecina, en las quintas les niñes en general se quedan soles, a cargo del o la mayor, mientras les padres trabajan, si no son parte de las tareas productivas. En esta dicotomía de paisajes, se construyen cada vez más barrios en donde hasta ahora había quintas. Se reemplazan los nylons y los surcos por lotes y alambrados, se van levantando casas que, como vimos, son habitadas también en muchos casos por productorxs. En las quintas, las casillas son de madera y sus condiciones son muy precarias. Se levantan en pocos días y se mantienen hasta el nuevo contrato de alquiler. En los barrios, la construcción de las viviendas se extiende en el tiempo, y se va consolidando a medida que la economía familiar permite invertir algún dinero, sobre la garantía de la tierra propia.
Productorxs hortícolas, habitantes de ocupaciones de tierras, productorxs que tienen lote en un barrio, son residentes de un espacio periurbano que producen cotidianamente, en un entramado que podemos pensar como parte de la “urbanización periférica” (Caldeira, 2017). Estos distintos grupos sociales, con lógicas propias y también con elementos en común, despliegan sus recursos, capacidades y estrategias configurando prácticas que disputan y producen un modo de hacer ciudad y de ser ciudadanos, en una ciudad que los deja al margen y los mira muy poco. La participación en organizaciones políticas, sociales y sindicales forma parte del repertorio de acciones que configuran las prácticas de habitar de estos sectores, en donde juntarse con otres para resolver y configurar alternativas y soluciones permea de manera constante su producción de este espacio periurbano, como aparece en varios de los testimonios. En la urbanización periférica se generan nuevos modos de hacer política a partir de los cuales los residentes construyen respuestas, reclamos, contestaciones (ibidem). En el caso del periurbano platense, nos encontramos con actores sociales que producen dos tipos de espacios: las quintas, exclusivas de les productorxs hortícolas, y portadoras de un ritmo cotidiano muy asociado con las lógicas del trabajo de la tierra; y los barrios populares, espacios residenciales que se urbanizan a partir de la tracción de sus habitantes, que se articulan políticamente y demandan intervenciones estatales y al mismo tiempo van configurando por cuenta propia su espacio de vecindad. Entre las quintas y los barrios, recorrimos tres modos de habitar: les productorxs que arriendan la tierra para producir y vivir, y cuyas condiciones de hábitat están estrechamente vinculadas con este modo de tenencia de la tierra; les habitantes de barrios populares que se insertan en la economía popular y, a partir de la seguridad en la tenencia de la tierra propia, intentan mejorar sus condiciones de vivienda; y les productorxs que habitan en el barrio, atravesados por la tensión de resolver su situación de vivienda en detrimento de su actividad laboral. Se trata de un espacio periurbano en donde la proliferación de barrios avanza sobre quintas productivas, y donde a su vez la agencia de los distintos actores que lo habitan borra la dicotomía de ambos espacios, configurando un abanico complejo de modos de habitar. Estamos ante un proceso de urbanización periférica sobre tierras rurales, del que participan múltiples actores, y entre ellos, los propios protagonistas del sector rural productivo.
A MODO DE CONCLUSIÓN
La propuesta de problematizar el habitar periurbano busca sumar a los debates sobre el crecimiento y la expansión de las ciudades una mirada que ponga el eje en los actores sociales, sus prácticas, experiencias e interacciones, entendiendo que estas pueden dar pistas relevantes para pensar cómo los sujetos construyen y son condicionados por el espacio en el que viven. En este caso, analizamos las formas de acceso a la tierra, la vida cotidiana, las viviendas y la movilidad cotidiana de actores que intervienen en un periurbano cuya centralidad productiva está siendo atravesada por procesos de disputa y expansión de usos urbanos.
El entramado productivo del cordón hortícola platense se consolidó desde fines del siglo XX como un nodo de abastecimiento central para la RMBA. Con diversas transformaciones, esta centralidad productiva se expande y profundiza en la última década, al mismo tiempo en que avanzan las disputas por otros usos del suelo, que la ponen en tensión. Les productores hortícolas permanecen en sus quintas, desde donde habitan y producen, con lógicas y modos de producción cada vez más intensivos. Al mismo tiempo, son agentes que intervienen, producen y demandan dinámicas urbanas. En ocasiones, les mismos productorxs forman parte de la expansión residencial, interviniendo en las transformaciones que son las que tensionan el espacio productivo.
Por otro lado, el avance de usos residenciales, en este caso trabajado a partir de un barrio popular, produce dinámicas urbanas que no terminan de consolidarse, entramadas entre las grandes extensiones rurales. Nos centramos aquí en quintas productivas y barrios populares, pero existen también otras quintas (de fin de semana) y otros barrios (cerrados, de clase media) que despliegan e incorporan dinámicas socio espaciales propias y son parte también de este periurbano que mantiene en tensión sus distintos usos y actores, sin que se defina por ahora una tendencia predominante.
Se desprende de lo analizado que las formas de tenencia y acceso a la tierra son un elemento clave en la configuración de desigualdades urbanas. El arrendamiento para producir condiciona el espacio de residencia y de vida para les productorxs hortícolas, mientras que la ocupación de tierras es el modo de acceso a un lugar de residencia para sectores de bajos ingresos vinculados con la economía popular, con mayores o menores niveles de estabilidad según el grado de regularización. Lejos de configurarse en dos grupos estancos y homogéneos, también hay productorxs que ocupan tierras, relegando el alquiler de tierra productiva y buscando otras relaciones sociales de producción y trabajo. Vemos así que dentro de los sectores populares hay grupos heterogéneos y dinámicos, que despliegan distintos –y por momentos convergentes– modos de habitar y producir urbanización.
Esta problemática merece ser complejizada con el análisis de otros agentes constructores de ciudad: inmobiliarias, desarrolladores y propietarios también intervienen en este espacio periurbano, así como el fundamental papel del Estado, con sus normativas urbanas y políticas municipales, determinantes en las formas de habitar la ciudad, y su espacio periurbano.
Notas
- En sintonía con los debates en materia de género, se utiliza la letra “e” y cuando no es posible, la letra “x” en la búsqueda de construir un lenguaje inclusivo. (Renombrar, Guía para una comunicación con perspectiva de género. Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades. Argentina. 2020).
- Esta autora invierte los términos de “observación participante” para dar cuenta de un acceso al campo que se construye a partir de la participación como miembro de una organización, que luego se torna espacio de observación para la investigación académica.
- Algunas de las entrevistas fueron realizadas de manera colectiva en el marco del proyecto PISAC, “Flujos, fronteras y focos. La imaginación geográfica en seis periferias urbanas de la Argentina durante la pandemia y la pospandemia del COVID19” a cargo del Dr. Ramiro Segura; y otras fueron realizadas en el marco de la tesis de maestría de la autora.
- Según lo publicado en la Resolución 313/2023. Disponible en: https://www.boletinoficial.gob.ar/detalleAviso/primera/292933/20230828
- Los nombres de las personas entrevistadas fueron modificados, como parte de los principios de consentimiento informado, confidencialidad y anonimato.
- Si bien no llegamos a profundizar en este artículo, la presencia de organizaciones sociales, políticas y sindicales es muy importante en el cordón hortícola platense (ver Bártola, 2018).
- Encuesta de Movilidad Domiciliaria (2009-2010), Ministerio de Transporte de la Nación Argentina.
- La pequeña agricultura familiar, también puede insertarse por sus características dentro de la economía popular, aunque tiene dinámicas específicas del sector.
- En general quienes logran un grado de capitalización mayor y pasan a intervenir en la comercialización.
- Oliden es una localidad del lindante partido de Brandsen, a unos 35 km de la localidad de Abasto.
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