Cuaderno Urbano Nº28 | Año: 2020 | Vol. 28
ARTÍCULOS
Producción participativa del hábitat: una herramienta para la construcción del territorio y del conocimiento.
Paula Boldrini
Arquitecta (FAU-UNT), doctora en Ciencias Sociales (FFyL-UNT), magíster en Psicología Social (Facultad de Psicología, UNT). Investigadora adjunta del CONICET. Docente de la FAU-UNT (cátedra Urbanística II y Taller de Urbanística II, del Instituto de Planeamiento y Desarrollo Urbano de la FAU-UNT) y de la Maestría en Psicología Social. Directora del Programa Mejora Participativa del Hábitat (STAN-CONICET).
paula_boldrini@hotmail.com
Matilde Malizia
Licenciada en Trabajo Social y doctora en Ciencias Sociales con orientación en Geografía (FFyL-UNT). Investigadora adjunta del CONICET. Coordinadora del área urbana del Programa Mejora Participativa del Hábitat (STAN-CONICET).
matumalizia@yahoo.com.ar
Guillermo Rolón
Arquitecto (FADU-UBA), magíster en Restauración y gestión integral del patrimonio construido (UPV/EHU, España), doctor con especialidad en arqueología (FFyL-UBA). Investigador adjunto del CONICET. Coordinador del área rural del Programa Mejora Participativa del Hábitat (STAN-CONICET).
guillerolon02@gmail.com
Resumen
Frente al fracaso de las políticas públicas para revertir la fragmentación socio-espacial, el desarrollo de procesos participativos con vinculación tecnológica se presenta como alternativa para tomar medidas destinadas a la construcción integrada y sostenible del territorio. El objetivo de este artículo radica en la conceptualización de nuevas estrategias orientadas a la toma de decisiones y promoción de sinergias participativas en las que interviene activamente el campo académico, en contextos donde la desigualdad y la vulnerabilidad socio-espacial se profundizan progresivamente. Para su desarrollo se toman como casos de estudio dos experiencias, una urbana y otra rural, en las que aun desde sus indudables diferencias existen similitudes en el abordaje de emergentes vinculados con el deterioro y/o carencia de espacios públicos o comunitarios, las dificultades para alcanzar o sostener cohesión y organización social y la dinámica de retroalimentación científica, como aspectos destacables en los procesos de participación comunitaria.
Palabras clave
Desigualdad; participación; vulnerabilidad; vinculación tecnológica.
Participatory production of habitat. A support tool for the building of territory and knowledge
Abstract
Faced with the failure of public policies to reverse socio-spatial fragmentation, the development of participatory processes with technological linkage is presented as an alternative to take measures aimed at the integrated and sustainable construction of the territory. The aim of this article lies in the conceptualization of new strategies for decision-making and for promoting participatory synergies in which the academic field is actively involved, in contexts where inequality and socio-spatial vulnerability are progressively deepening. For its development, two experiences are taken as case studies, one urban and the other rural, in which, even from their undoubted differences, there are similarities in the approach of emerging linked to the deterioration and / or lack of public or community spaces, the difficulties to achieve or to sustain social cohesion and organization and the dynamics of scientific feedback, as important aspects in community participation process.
Keywords
Inequality; participation; vulnerability; technological linkage.
Produção participativa do habitat. Uma ferramenta para a construção do território e do conhecimento
Resumo
Confrontado com o fracasso das políticas públicas em reverter a fragmentação socioespacial, o desenvolvimento de processos participativos com vinculação tecnológica é apresentado como uma alternativa para tomar medidas destinadas à construção integrada e sustentável do território. O objetivo deste artigo é a conceituação de novas estratégias orientadas à tomada de decisão e à promoção de sinergias participativas nas quais o campo acadêmico intervém ativamente, em contextos onde a desigualdade e vulnerabilidade socioespacial aprofundam-se progressivamente. Para o seu desenvolvimento, tomam-se como casos de estudo duas experiências, uma urbana e outra rural, nas quais, mesmo a partir de suas indiscutíveis diferenças, existem semelhanças na abordagem de emergentes ligadas à deterioração e/ou carência de espaços públicos ou comunitários, as dificuldades em alcançar ou sustentar a coesão e a organização social e a dinâmica da retroalimentação científica, como aspectos salientes nos processos de participação da comunidade.
Palavras-chaves
Desigualdade, participação, vulnerabilidade; vinculação tecnológica.
Introducción
En Argentina, tanto el modelo neoliberal1 (1990-2003) como posteriormente el neodesarrollista2 (2003-2015) y la reedición del primero (2015-2019) comparten —aun con continuidades y rupturas— la lógica que prioriza los intereses del mercado por sobre y desvinculados de las necesidades de la población. Esto requiere la exigencia de un esfuerzo colectivo por configurar nuevas estructuras sociales en las cuales primen la equidad e integración social, impulsadas desde un Estado capaz de dirimir entre intereses públicos y privados. No obstante, y contra toda idea de participación y apropiación por parte de los habitantes del lugar, los modelos antes mencionados refuerzan el desafío de comprender y potenciar el modo en que los sectores vulnerables y vulnerados de la sociedad afrontan el avance de una estructura territorial desigual; estructura en la que proliferan las migraciones forzadas por falta de trabajo mediante dinámicos procesos de des-reterritorialización en el campo (Quaranta y Blanco, 2012; Haesbaert, 2011; Racedo et al., 2010; ; Racedo, Boldrini y Torres, 2012; Racedo et al., 2015) y la informalidad urbana precaria en la ciudad (Cravino y Varela, 2008; Boldrini, 2011). De esta forma resulta imprescindible realizar esfuerzos adicionales para entender no solo las consecuencias territoriales de las políticas dominantes, sino también cómo y por qué estas se llevan a cabo.
En este contexto se plantea de manera central la discusión de alternativas y estrategias que permitan re-apropiar material y simbólicamente el medio tanto rural como urbano mediante el recurso de la participación, como una práctica de ciudadanía que alimenta la gobernabilidad democrática. Es en estos procesos en los cuales los técnicos se encuentran desafiados a incorporarse asumiendo la complejidad, inestabilidad, disposición e idoneidad necesarias para llevarlos adelante (Pelli, 2010).
El objetivo del presente artículo radica en la reelaboración del proceso de vinculación tecnológica mediante la instrumentación de estrategias dinamizadoras para la participación comunitaria en la mejora colectiva del hábitat. Esto conduce a la conceptualización, diseño e implementación de nuevas herramientas orientadas a la toma de decisiones y promoción de sinergias participativas, en el caso del presente artículo referidas en particular a contextos sociales de desigualdad y vulnerabilidad creciente. El abordaje de problemáticas emergentes —como el consumo y venta de drogas— y el deterioro o carencia de equipamiento comunitario y espacio público inciden en la ruptura de las relaciones sociales y de la capacidad organizativa de la comunidad, sobresalen entre otras múltiples dinámicas y se transforman en los ejes centrales en torno a los cuales giran los procesos de participación comunitaria llevados a cabo. En este sentido, esta propuesta centra la mirada en el proceso de retroalimentación permanente entre producción científica y acompañamiento comunitario, en una relación dialéctica que si bien fue ampliamente ponderada, es escasamente resuelta desde el punto de vista metodológico y, por ende, cuestionada en su rigurosidad y viabilidad.
La participación es entendida como una tarea compartida que incorpora actores con códigos e instrumentos diferentes (Pelli, 2007), en un proceso de mejora del hábitat —tangible e intangible (Enet, 2012)— de un grupo o comunidad a partir de su propia iniciativa, la cual mantiene un ejercicio activo y sostenido en el tiempo, mediante ámbitos y prácticas apropiadas y transformadoras, a través de las cuales se construyen vínculos interpersonales que se habilitan en la tarea y son capaces de mantener el predominio de la integración comunitaria (Boldrini, 2011). De esta definición se destaca el concepto de vínculo, constituido como eje articulador relacional en la tarea, sin el cual es imposible desarrollar un proceso plenamente participativo. Asimismo, requiere la comprensión de los momentos que conlleva el proceso, así como el encuadre tanto histórico como prospectivo de cada experiencia comunitaria (Enet, 2012; Boldrini, 2011), ceñida a la unidad vecinal o lugar habitado que comparte pertenencia, cotidianidad y comunicación libre y fluida (Pereira Gómez, 2000).
Igualmente resulta preciso definir qué se entiende por vinculación tecnológica en un contexto de articulación comunitaria, y al mismo tiempo diferenciarlo del concepto de transferencia tecnológica, en el cual se refugian distintos profesionales durante sus prácticas. Desde las Unidades de Vinculación Tecnológica de nuestras universidades, el par conceptual tiende a ser entendido y empleado en una misma dirección (Corvalán, 2016). Ser indiferentes a la confusión posible entre transferencia y vinculación tecnológica resulta poco oportuno para llevar a cabo procesos participativos, que se fundan en una construcción compartida y complementaria de saberes destinados a generar condiciones de inclusión social. En efecto, en ese par conceptual se condensan dos modos de relación diferentes entre ambos sujetos desarrolladores de conocimiento: el actor institucional y la comunidad. Mientras en la transferencia uno de los sujetos se mantiene mayormente pasivo, en la vinculación ambas partes son activas y están dispuestas a transformarse.
El concepto de transferencia tecnológica es heredado de la visión convencional de ciencia y tecnología. Implica un proceso lineal de trasvase de conocimientos entre dos o más sujetos desde una posición que da hacia otra que recibe, en el que pueden implementarse muy diversos mecanismos para el flujo de información (Autio y Laamanen, 1995: 651; Bortz, Becerra y Thomas, 2018). De este modo, la transferencia tecnológica es entendida como un proceso carente de instancias de retroalimentación, sin que ocurran cambios significativos en la tecnología durante el trasvase y considerando que agentes de menor desarrollo reciben aportes durante una experiencia calificada como exitosa (Autio y Laamenen, 1995). Por otra parte, la vinculación tecnológica es un concepto sustancialmente distinto, que se enfoca en la necesaria complementariedad de conocimientos y en su retroalimentación para el desarrollo de tecnología, principalmente de aquellas que se orientan a la inclusión social.
Esta cuestión no es nueva, y viene siendo señalada en el campo de la sociología desde diversos puntos de vista. De Souza Santos (2010) plantea desde la categoría Ecología de saberes la necesidad de integrar los conocimientos diversos en un espacio de práctica y, tomando en consideración el principio de incompletitud de cada saber (de Souza Santos, 2006), la comprensión de que la inclusión social implica considerar el nivel gnoseológico para posibilitar tal inclusión (Vanoli, Martínez y Cejas, 2018). Los estudios sociales sobre ciencia y tecnología son convergentes hacia estos principios, aunque
aún permanece vacante en la trayectoria de estos abordajes [de inclusión social3] la explicitación de las formas de participación activa de los usuarios en el diseño e implementación de las tecnologías a partir de dinámicas de integración de saberes y prácticas de los usuarios en sistemas socio-técnicos y procesos de re-significación de tecnologías (Thomas, Juarez y Picabea., 2015, p. 61).
Bajo estas condiciones, se supera la transferencia de conocimiento y desarrollo de tecnología por un proceso de integración y complementariedad que involucra una modificación de la tecnología misma, al tener que ajustarse a las condiciones reales y precisas de necesidades que busca resolver, transformando también a los sujetos que participan. Al mismo tiempo, tal dinámica debiera retornar con nuevos insumos y reorientación de las agendas de investigación y desarrollo (Thomas, 2011) como parte estructural del proceso, y no como un efecto colateral. Por lo tanto, es la búsqueda de convergencia de objetivos y la participación en todos los sentidos (incluido el gnoseológico) y de ambos sectores en el desarrollo tecnológico lo que caracteriza a un proceso de vinculación tecnológica (Arza, 2010).
Para el desarrollo del trabajo se consideraron dos experiencias comunitarias llevadas a cabo durante el período 2016-2019 —con vínculos, tareas y actividades que continúan hasta la actualidad—: una en el ámbito urbano y otra en el ámbito rural de la provincia de Tucumán. En el ámbito urbano la mirada se centró en el barrio Los Vásquez, un asentamiento informal localizado en la periferia del aglomerado Gran San Miguel de Tucumán (en el departamento Capital); mientras que en el ámbito rural se trata de la comunidad indígena de Casas Viejas —Ñaupa Huasi—, ubicada en el valle Calchaquí (en el departamento Tafí del Valle) (figura 1). En ambos casos se incorporaron estrategias de fortalecimiento de las dinámicas participativas que ya estaban en marcha, con el objetivo de elaborar proyectos de mejora del hábitat familiar y colectivo. Los resultados obtenidos hacen referencia a mecanismos de participación interinstitucional, intersectorial e interdisciplinaria, cuya sinergia permite establecer pautas de trabajo apropiadas al nuevo contexto social.
En este sentido, la estrategia metodológica adoptada combinó el desarrollo de estrategias participativas (Boldrini, 2011) con el uso de herramientas cualitativas y cuantitativas (Vasilachis de Gialdino, 2006; Mendizábal, 2019). Durante el período analizado se llevaron a cabo múltiples campañas de campo en ambos ámbitos, en las que se realizaron diversas entrevistas y encuestas sociales (53 en el barrio Los Vásquez y 32 en la comunidad Casas Viejas), 24 talleres (doce en cada espacio) y numerosas reuniones grupales y asambleas comunitarias en las que participaron en forma intermitente los habitantes de estos espacios. Estas actividades estuvieron acompañadas en todo momento por observación con participación y levantamiento de notas de campo (Guber, 2009). Los procesos de mejora del hábitat colectivo en ambos casos se llevaron a cabo con el acompañamiento técnico de los integrantes del Programa Mejora del Hábitat Participativo (Programa MHaPa), el cual conforma un Servicio Tecnológico de Alto Nivel (STAN-CONICET) coordinado por los autores del presente artículo.
El estudio se organiza en cuatro apartados. En primer lugar, se describe el contexto territorial donde se insertan las experiencias de trabajo concretas; luego se presentan los casos de estudio teniendo en cuenta sus particularidades; en tercer lugar, se realiza una descripción del proceso específico de vinculación tecnológica a partir de la dinamización de procesos participativos llevados adelante. Por último, se presentan las reflexiones en las que se retoman y cierran los principales argumentos que guiaron el desarrollo de este artículo, cuyos resultados provienen del constante proceso de retroalimentación entre la teoría y la práctica.
El contexto territorial
La provincia de Tucumán, donde se desarrollan las experiencias presentadas, integra el Noroeste Argentino, región donde la pobreza alcanza las peores condiciones del país y la calidad de vida registra los estándares más bajos4, en gran medida fruto del proceso de territorialización fragmentada (Bolsi y Paolasso, 2009). La fragmentación, entendida como desigualdad sostenida en el tiempo, mantiene relaciones de estrecha dependencia con las dinámicas socio-espaciales propias de los ámbitos urbano y rural. Estas lógicas, que ante una primera mirada aparentan ser dicotómicas, al ser analizadas en profundidad se evidencian como una unidad. En la provincia de Tucumán tal mecanismo se cristalizó mediante la descampesinización del campo a partir del desmantelamiento de la estructura productiva basada en el azúcar, con el cierre de once ingenios azucareros durante las décadas del 60 y 70, lo que ocasionó la migración masiva del campo a la ciudad (Osatinsky y Paolasso, 2012). Esto provocó el acelerado derrotero a través del cual se propagaron las villas y asentamientos informales en la ciudad, que contribuyeron a la conformación actual del aglomerado Gran San Miguel de Tucumán (GSMT).
Posteriormente, a fines de la década del 80, se produjo un significativo aumento espacial y poblacional de los asentamientos informales vinculados, sobre todo, con la migración intraurbana de grupos sociales empobrecidos. De este modo, desde el inicio de este fenómeno en la década del 70 hasta comienzos de la década de 2000, los asentamientos informales se cuadruplicaron. No obstante, a partir del año 2003 comenzaron a disminuir su ritmo de crecimiento a expensas del aumento de barrios de promoción pública dirigido a los sectores populares (Boldrini, 2018). Sin embargo, los grupos relocalizados, pese a mudarse a barrios construidos por el Estado, mantienen problemáticas de profunda vulnerabilidad en su nuevo espacio (Gómez López, Cuozzo y Boldrini, 2015). Asimismo, las posibilidades de transformar el hábitat para los vecinos de los barrios populares quedan reducidas a la autogestión y con recursos limitados que dependen de la capacidad de desarrollar algún tipo de organización social, aunque esta eventualidad se ve progresivamente impedida por el avance del deterioro del tejido social, empeorado por el impacto del consumo y narcomenudeo de drogas como el paco5. Este tipo de emergentes ocupan un lugar prioritario en la preocupación de los vecinos de los barrios populares. Sin embargo, el Estado no implementa políticas apropiadas tanto en cantidad como en calidad necesarias.
En el ámbito rural, por su parte, se mantiene una lógica de expulsión constante provocada por la sostenida falta de trabajo. Además, el territorio de las comunidades campesinas que habitan el valle de Tafí se encuentra afectado por la progresiva presión que ejercen los procesos de ocupación de segunda residencia; es decir, por la creciente amenaza inherente a los intereses del mercado, principalmente inmobiliario y turístico. Hoteles, viviendas de fin de semana y negocios que abren solo en temporada desplazan mediante la adquisición de lotes a bajos precios e invaden a la población local, amenazando sus medios de subsistencia. Como estrategia para contrarrestar esta amenaza, las comunidades se han organizado a partir de su identidad indígena y del reclamo de la propiedad de la tierra bajo esquemas comunitarios, cuya trascendencia nacional logró alcances significativos en los últimos años con la formalización de los derechos indígenas6. No obstante, hasta el momento no produjo avances significativos en la mejora de la calidad de vida de las comunidades rurales tucumanas, y el Estado se debate en fuertes contradicciones entre el derecho consuetudinario ancestral y el derecho del código civil argentino. El conflicto por la tierra impacta en los sujetos de modo tal que afecta en muchos casos profundamente la posibilidad de imaginar un futuro, y de elaborar, sostener y pensar un proyecto (Quiroga, 2003).
En este contexto, la participación en la definición y construcción del hábitat constituye un concepto transversal a lógicas y prácticas inherentes al territorio. Su explicitación, concepción e instrumentación forman parte de una multiplicidad de factores que dependen en gran medida de la manera de ver el mundo y las relaciones de poder en el ámbito que se trate. Sin embargo, la participación considerada como uno de los puntales de la sustentabilidad, las agendas internacionales, las políticas públicas y ahora también de la vinculación tecnológica puede ser un elemento clave para la transformación, o bien, por el contrario, una estrategia superficial montada para sostener la desigualdad implementando meras fachadas democráticas que solo sirven como estrategia de control social.
La particularidad de los casos de estudio
En el ámbito urbano, en las últimas décadas se está desarrollando una dinámica particular que se caracteriza por la cooptación del espacio público para fines delictivos donde se consolidan circuitos de venta y consumo de drogas que reestructuran las dinámicas barriales. Esta situación se convierte en la preocupación central en torno a la cual giran las prioridades de los barrios y, por ende, el eje a partir del cual se desenvuelven los procesos de participación protagonizados por la comunidad. Este es el caso del barrio Los Vásquez, compuesto por 200 familias aproximadamente y localizado en un sector del aglomerado rodeado de informalidad y pobreza (Boldrini, 2018). Este barrio se inició mediante la ocupación informal de tierras en el año 1986, en torno del ex vaciadero de residuos sólidos urbanos. Si bien el vaciadero fue cerrado en el año 2005, aún funcionan en la actualidad los hornos destinados a la quema de residuos patológicos. En este barrio se lleva adelante un proceso participativo de mejora del hábitat, cuyo avance sostenido ha alcanzado un desarrollo tal que supera las demandas vinculadas con el espacio público (usualmente prioritarias en los procesos de participación barrial). Por este motivo se avanza en procesos de mayor complejidad y organización orientados, sobre todo, a la implementación de circuitos económicos surgidos a partir de la necesidad de mejorar y aumentar la producción de cerdos y gallinas, actividad desarrollada hasta el momento por las unidades familiares sin sistematicidad y con serias dificultades de higiene.
El desarrollo de las tareas se realizó a través de la dinámica sostenida junto con los técnicos del Dispositivo de Salud en Adicciones perteneciente a la Secretaría de Estado de Prevención y Asistencia de las Adicciones (Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia), quienes se abocaron a promover la conformación de un grupo de jóvenes en proceso de recuperación de las adicciones. Este grupo desarrolla y sostiene diversas actividades que reorganizan la cotidianidad del barrio, como por ejemplo la puesta en funcionamiento de un merendero (que recibe tres veces a la semana a 80 niños y adolescentes aproximadamente), el uso y cuidado de una cancha y plaza que se proyecta como club barrial, y ahora también la producción de animales para consumo y venta.
Por su parte, la Comunidad Indígena Casas Viejas está compuesta por alrededor de 110 familias, quienes mantienen de manera cotidiana actividades rurales, como la cría de animales y cultivos destinados al autoconsumo, aunque también en ocasiones recurren a la venta de la producción excedentaria. Sin embargo, estas actividades se encuentran actualmente amenazadas por la frágil condición en la tenencia del territorio, por la acción de terratenientes que impiden el acceso a las tierras de pastoreo y, en el último tiempo, se suma el conflicto por la creación del Parque Nacional Aconquija, a raíz de la superposición de los territorios en cuestión con los históricamente habitados por las comunidades indígenas.7 La situación laboral de los miembros de la comunidad es variada; además de la actividad agropecuaria, una parte de los comuneros efectúan trabajos temporarios informales, y un número menor, considerados privilegiados por tener cierta estabilidad, son empleados estatales (administración municipal o comunal, educación, salud, vialidad y policía) o jubilados. Sin embargo, la mayoría son desocupados, lo que los fuerza a migrar fuera de su comunidad hacia los centros urbanos en busca de trabajo, dinámica que se sostiene desde la década del 60, cuando era usual que los hombres trabajaran como obreros temporarios en los ingenios azucareros en la época de zafra. Actualmente, la mayor parte de los comuneros jóvenes desarrollan también trabajos temporarios en la región (ahora vinculados con el turismo y la construcción, entre otros), cuyos ingresos no les permiten cubrir las necesidades económicas de sus familias.
El libro Conociendo a la Comunidad Indígena de Casas Viejas, tierra, trabajo e identidad, elaborado participativamente entre la comunidad y un equipo de la Universidad8, explicita esta problemática y su entrelazamiento con otras tantas como, por ejemplo, la pérdida de aspectos profundamente identitarios, entre los cuales se encuentra el proceso de construcción de sus viviendas, fuertemente condicionado por las transformaciones acaecidas en el territorio. Estos cambios se expresan tanto en la elección del lugar donde se construyen las casas como en la reducción del ya escaso espacio de uso comunitario (sin cualificación, es decir, sin condiciones adecuadas para su uso) y la constricción de las tecnologías constructivas implementadas en la ejecución de las obras. De esta forma, el abordaje específico para este caso se realizó a través de la articulación con la propia dinámica que los pueblos originarios desarrollan en la actualidad. Una dinámica cuyo motor principal gira en torno de la apropiación de su territorio, la asunción plena de un rol protagónico capaz de transformarlo, contando con la disponibilidad de sus recursos y generando estrategias productivas capaces de ofrecer condiciones dignas para sus habitantes, sin necesidad de migrar.
Las experiencias participativas
Tal como se expresa en las figuras 2 y 3, ambos procesos tuvieron una primera instancia que consistió en el reconocimiento general de la situación de manera conjunta y la consumación de un primer acuerdo de trabajo. Este se produjo a partir de la socialización y jerarquización de problemáticas, lo que permitió establecer prioridades y definir entre ellas cuáles tenían mejores condiciones para enfrentarse colectivamente. Este acuerdo actuó como premisa tanto del grupo de investigadores como de los miembros de la comunidad.
Luego se llevaron a cabo talleres orientados a la definición del modo en que se resolvería la necesidad identificada como objetivo de la tarea colectiva. En ambos casos el objetivo se constituyó en torno del diseño de la mejora del espacio y equipamiento comunitario, incorporando diferentes necesidades emergentes vinculadas con el hábitat. Una secuencia de talleres define progresivamente una propuesta, luego de establecer criterios comunes y discutir alternativas proyectuales. La propuesta definitiva se desarrolló de manera detallada en una carpeta técnica que relata tanto el proceso como el resultado, y sirvió para dar inicio a la etapa de gestión en instituciones capaces de financiar las obras.
Iniciado el proceso de gestión, fue posible dar comienzo a otra instancia deliberativa con el fin de seleccionar un tema para desarrollar un nuevo proyecto. Esta etapa admitió mayor previsibilidad a partir de la consolidación de los vínculos entre investigadores y comunidad, lo que dio lugar a la inserción de estudiantes de grado en un momento particular del desarrollo del siguiente proceso compartido.
Los pasos más representativos desarrollados con cada comunidad replicaron aspectos estructurantes de la tarea participativa y, a su vez, en las diferentes etapas tuvieron matices propios según se tratara del ámbito urbano o rural. En el caso del barrio Los Vásquez, la mejora de las condiciones de vida representa un influjo fundamental para la superación del consumo. Se entiende que solo si las condiciones de vida mejoran, habría perspectivas de salud posible, en tanto promueven la idea de un proyecto individual, grupal y colectivo que los moviliza. En la Comunidad Indígena Casas Viejas, por su parte, la apropiación del territorio requiere en gran medida el uso efectivo de los recursos en él disponibles, por lo que la mejora de sus condiciones organizativas y productivas se encuentra directamente relacionada con la posibilidad de generar espacios y dinámicas de trabajo en este sentido.
No obstante, una diferencia central entre ambas experiencias fue el modo en que se produjo el abordaje comunitario y, posteriormente, el sostenimiento de la dinámica participativa. En Los Vásquez el desarrollo del proceso dependió en gran medida del ritmo de trabajo establecido por el tratamiento terapéutico implementado por los técnicos del Dispositivo de Salud en Adicciones. La construcción de vínculos con los jóvenes en proceso de recuperación está, en cierta forma, mediada por estos profesionales con formación específica en materia de adicciones. Esto permitió encuadrar el proceso en esta condición particular, para la que los investigadores carecen de formación específica.
En Casas Viejas el establecimiento del ritmo de trabajo fue pautado de manera conjunta entre los técnicos del Programa MHaPa y el cacique y las autoridades de la comunidad indígena. La escritura del libro sobre la comunidad se constituyó como una experiencia previa central que dio lugar, por un lado, al restablecimiento de antiguos vínculos y, por el otro, al aprovechamiento de este texto como insumo para la actualización de necesidades productivas y territoriales concretas sobre las cuales establecer las nuevas pautas de trabajo. En ambos casos se avanzó en la materialización de los proyectos de manera autogestiva. Si bien las propuestas fueron presentadas formalmente en distintas instituciones públicas afines para impulsar los proyectos, el apoyo recibido fue escaso, y no permitió avanzar o concretar las propuestas hasta la actualidad. La insuficiencia de fondos públicos (tanto de recursos humanos como económicos) que permitan efectivamente ejecutar y cumplir con los procesos propuestos posibilita afirmar que se trata de experiencias entrecortadas por falta de apoyo institucional.
Desde el ámbito académico se trabajó en ambas experiencias mediante la elaboración y ejecución de proyectos de vinculación tecnológica financiados por el Programa Voluntariado Universitario (dependiente de la Secretaría de Políticas Universitarias, Ministerio de Educación de la Nación). Mediante ellos se incorporaron estudiantes de la materia Práctica Profesional Asistida “Hábitat Participativo” (dictada en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Tucumán)9 en fases específicas del trabajo acordadas previamente en reuniones con cada comunidad.
Así cada experiencia sirvió de insumo para la realización de publicaciones científicas y de divulgación en diferentes contextos,10 lo que permitió validar la práctica de los investigadores, aunque sin una valoración adecuada de los esfuerzos realizados. Aún queda librar en la academia una profunda discusión acerca del valor de la vinculación tecnológica. El desarrollo de estas tareas es sostenido permanentemente por los técnicos del Programa MHaPa, y los vínculos establecidos progresan a medida que evolucionan los proyectos. De esta forma, crece también la complejidad de estos últimos, y se desarrolla la fortaleza que adquiere la comunidad en el modo de resolución de sus necesidades a partir de un ejercicio de trabajo colectivo. En este sentido, en ambas experiencias se comparte la preocupación por la generación de recursos, motivo por el cual se prioriza la necesidad de profundizar las estrategias propias de la economía social, con matices inherentes a cada una.
La totalidad de los procesos acompañados por el equipo de trabajo del Programa MHaPa han nutrido el surgimiento de nuevas preguntas de investigación, así como el re-direccionamiento de aquellas previas al contacto directo con los sujetos. En el ámbito urbano los interrogantes se plantean en torno al reconocimiento de dinámicas barriales afectadas por el consumo de drogas y el narcomenudeo; el análisis en la dinámica socio-espacial y su relación con los mecanismos de movilidad y accesibilidad a los recursos que ofrece la ciudad y la economía social como fuente de recursos en el marco del trabajo colectivo. En el ámbito rural, por su parte, las inquietudes se orientan al establecimiento de una cadena productiva sostenible, el desarrollo de tecnologías sociales y el análisis de procesos más amplios de mejora participativa del hábitat y el territorio. Asimismo, estas experiencias abrieron una multiplicidad de fuentes de información en las capas más profundas de la dinámica comunitaria, accesible para aquellos profesionales-investigadores con quienes trabajamos y poniendo a disposición herramientas y técnicas, en un inter-juego dialéctico que promueve la integración social.
Palabras finales
En primer término, se hace necesario remitir a una afirmación poco novedosa, ligada a las concepciones que subyacen a este tipo de prácticas: la praxis como fuente de verdad. Esta afirmación se mueve entre mitos, teorías y prácticas convergentes y divergentes. Entre los mitos y verdades más discutidas se encuentra la implicancia del investigador que incita la pregunta ¿el vínculo con la comunidad es obstáculo o trampolín de los procesos de investigación-acción? Nuestra posición asume el vínculo como trampolín, constituyéndose en el horizonte explícito antes y durante la tarea. Esto representa —a criterio de los autores— el modo más honesto y riguroso de trabajar de manera simultánea en el ámbito académico y comunitario. Al mismo tiempo es la forma en la que se asegura un diálogo de saberes.
El encuentro concreto con la comunidad en procesos en los que confluye la mejora participativa del hábitat y la producción de conocimiento científico conduce a plantear nuevos interrogantes: ¿es posible la investigación-acción transformadora? Teniendo en cuenta que el sujeto que investiga no pertenece a la comunidad donde radica el proceso, y en ese contexto: ¿cómo es el proceso de configuración del rol profesional, en un orden social e histórico donde este rol ha asumido un papel disciplinador y transferencista en la historia de la ciencia? El encuentro con instrumentos facilitadores de investigación social desarrollados en el marco de procesos de vinculación tecnológica, la incorporación y creación de herramientas adecuadas para esta vinculación en articulación con —y no en lugar de— los procesos de investigación representan actualmente uno de los mayores desafíos; ya no solo discutiéndolo como una cuestión del ámbito académico, sino, como sugiere Thomas (2011, p. 2), “fundamentalmente como una dimensión clave para el diseño de políticas públicas de Ciencia, Tecnología, Innovación y Desarrollo”.
En este proceso es necesario identificar y superar obstáculos de orden tanto conceptual y metodológico (epistemológicos) como de dominio emocional y subjetivo (epistemofílicos). La construcción de vínculos entre investigadores y miembros de la comunidad requiere que la necesidad social se ubique como eje central de la tarea para ambos y, por lo tanto, sea un motor de los procesos de transformación e integración comunitaria y al mismo tiempo, una fuente de recursos para reorientar las agendas de investigación en este campo.
El desarrollo de procesos de vinculación tecnológica con carácter plenamente participativo se constituye como una alternativa que garantiza la eficacia de las medidas que hay que adoptar para la construcción sostenible del territorio y el fortalecimiento de las identidades emancipadas. La participación como herramienta de integración social y garantía de distribución apropiada de recursos (Boldrini, 2011) contribuye a fortalecer las condiciones de salud individual, grupal y colectiva, entendida como adaptación activa a la realidad, con capacidad de transformación (Quiroga, 2003). Estas afirmaciones no son nuevas; no obstante, el Estado aún no dirige recursos sustanciales para favorecer y retroalimentar este tipo de procesos. No impulsa en el territorio la presencia de técnicos bajo condiciones de contratación dignas y formación específica, o facilita que los investigadores destinen tiempo de trabajo a estas tareas, como tampoco financia la materialización de las propuestas comunitarias.
Sostener prácticas en procesos sociales que estén guiados por criterios de eficiencia propios de las lógicas de la transferencia tecnológica (mandrini; Cejas; Rolón y Di Bernado, 2018) no solo nos aleja de la solución a los problemas, sino que contribuye a su agravamiento. El trabajo de investigación en el territorio queda muchas veces menospreciado, ya sea por el uso (o abuso) que los investigadores cometen en las comunidades al aparecer a veces caprichosamente en sus vidas, aplicar diversas herramientas de investigación —en el mejor de los casos— y desaparecer dejando —también en el mejor de los casos— textos o experiencias que la comunidad escasamente aprovecha. La reproducción de relaciones asistencialistas y clientelares no hace otra cosa más que robustecer las condiciones de dependencia y entorpecer permanentemente los procesos de democratización en la sociedad, junto a la escisión del vínculo que habilitaría una mayor y mejor articulación entre técnicos y comunidad.
Asimismo, se considera —como en tantos otros casos— que la constitución de grupos de trabajo interdisciplinarios tanto para la tarea de campo como para la producción científica resulta fundamental para emprender transformaciones estructurales en los métodos de producción científica. Esto requiere, nuevamente, centrar la tarea en la necesidad comunitaria y reemplazar el principio de la competencia por el de la cooperación, y el pensamiento único por la construcción colectiva del saber tanto hacia el interior de los grupos de investigación como en la relación con las comunidades en vinculación. En este sentido, en los casos de estudio presentados prevalece la preocupación por contribuir a la resolución de necesidades comunitarias y, alrededor de ello, producir conocimiento científico. Ambas se articulan y potencian, abren la cocina de la investigación a un nuevo plano otorgado por la construcción de vínculos habilitantes y potenciadores para ambas tareas. Las experiencias vividas junto con la comunidad nutren de manera sistemática los procesos de reelaboración de los temas que, acuciantes, convierten a estos procedimientos en oportunidades de cambio en diferentes escalas territoriales y académicas. De este modo, la vinculación tecnológica cobra sentido en tanto es capaz de constituir una fase del proceso de producción del conocimiento y, por ende, se encuentra enlazada a la producción científica, la docencia y la resolución de necesidades concretas.
A partir de las experiencias realizadas se entiende que de la práctica concreta y compartida entre científicos y comunidad se obtienen los insumos necesarios para la reformulación teórica. Las experiencias de trabajo que se presentan abordan una multiplicidad de conceptos que toman como eje estructurante la participación: la tecnología social, enmarcada en especial en la conceptualización de la forma de rescatar y formalizar los modos locales de organización para la resolución de necesidades como recurso disponible y habilitado; la economía social, como forma de producción alternativa por fuera de la lógica competitiva de la rentabilidad; la salud, como capacidad de adaptarse activamente a la realidad, transformándola, y el espacio público con equipamiento comunitario, como componente colectivo capaz de evidenciar e incidir en las lógicas de relación comunitarias son ejemplos de algunos de los saberes que los técnicos se ven obligados a conocer y articular en la tarea. Si se lograra que fluyesen de manera simultánea el trabajo científico y el comunitario, nos reencontraríamos tal vez con el verdadero leitmotiv de la ciencia y del desarrollo tecnológico.
En este complejo proceso se enfrentan tres desafíos interrelacionados: 1) contribuir directamente a los procesos participativos de mejora del hábitat; 2) construir propuestas teórico-metodológicas que contrarresten las lógicas académicas dominantes para concretar efectivamente procesos de vinculación tecnológica y 3) promover cambios a las actuales condiciones académicas y laborales, de modo tal de promover políticas públicas participativas, llevadas adelante por técnicos formados para ello.
Notas
- Las dos últimas décadas del siglo XX se corresponden con una transformación en el modelo económico dominante basado en la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) a uno neoliberal, que deja en manos del empresariado privado las actividades económicas y limita y reduce el papel del Estado en la economía (Janoschka, 2011; De Mattos, 2009, 2010; Mertins, 2003, 2009; Brand, 2009).
- Este modelo preserva la restricción monetaria, el ajuste fiscal, la prioridad exportadora y la concentración del ingreso; apunta a incrementar los subsidios estatales a la industria e involucra un reconocimiento implícito de la existencia de un movimiento social reconfigurado y con una importante capacidad de confrontación y resistencia (Féliz, 2011; Svampa, 2010; Katz, 2006). Sin embargo, el neoliberalismo no ha desaparecido del todo, y muchos de sus preceptos continúan vigentes.
- Entre las décadas del 60 y 70 del siglo pasado se inició el desarrollo de experiencias con enfoques diversos que buscaron producir tecnologías que favoreciesen la inclusión social. Para profundización del tema consultar la misma fuente (Thomas, Juarez y Picabea, 2015).
- En el año 2010, el 13,71 % de hogares del Noroeste argentino presentaban Necesidades Básicas Insatisfechas y el Índice de Bienestar era de 6,33; junto con el Nordeste argentino, registraban los valores más bajos del país.
- El paco o pasta base se elabora con residuos de cocaína, por lo tanto es más económico y de mayor consumo en los barrios populares urbanos. Con un elevado nivel de dependencia y un acelerado deterioro físico y mental de los consumidores, repercute en la degradación de vínculos familiares y barriales de manera nociva y violenta.
- La Ley Nacional N.º 26160 (sancionada y promulgada en el año 2006) se abocó a relevar y demarcar los territorios de las comunidades, para dar cumplimiento a lo dispuesto en el Art. 14.2, que obliga a los gobiernos a tomar las medidas que sean necesarias para determinar las tierras que los pueblos interesados ocupan tradicionalmente y garantizar la protección efectiva de sus derechos de propiedad y posesión.
- La creación del Parque Nacional Aconquija no respetó las leyes nacionales (Constitución Nacional y Leyes N.º 24071 y N.º 26160) ni internacionales (Convenio 169, OIT) que obligan a la consulta previa de las comunidades indígenas afectadas. Esto encendió el reclamo de las comunidades indígenas tucumanas que vieron afectado su territorio, teniendo en cuenta que la Ley 22351 prohíbe toda explotación económica y agropecuaria forestal y cualquier tipo de aprovechamiento de los recursos naturales.
- La elaboración de este libro estuvo a cargo de J. Racedo, P. Boldrini y V. Torres, V., y fue editado en el año 2012. Es fruto de las tareas de un equipo interdisciplinario que trabajó de manera mancomunada con la comunidad durante más de dos años. El texto fue aprobado colectivamente y sirve —entre otras cosas— como material educativo a las escuelas del Valle Calchaquí.
- La formación de estudiantes se realiza con herramientas y lógicas inherentes a esta propuesta metodológica, que permite dar un salto cualitativo en la respuesta a la demanda comunitaria.
- Entre ellas cabría mencionar Boldrini (2016), Procesos colectivos de producción del hábitat; Malizia y Boldrini (2016b), Prácticas alternativas en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, UNT; Malizia y Boldrini (2016a), Análisis socio-espaciales vinculados a la desigualdad urbana en ciudades intermedias; Boldrini y Malizia (2017), Urbanizaciones informales en ciudades intermedias. Los casos del Gran San Salvador de Jujuy y Gran San Miguel de Tucumán (NOA); Boldrini (2018), Informalidad en el Gran San Miguel de Tucumán.
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