Cuaderno Urbano Nº35 | Año: 2023 | Vol. 35
ARTÍCULO
Grandes proyectos urbanos y usos del espacio público: tensiones y negociaciones a partir de Puerto Madero
Large urban projects and uses of public spaces: tensions and negotiations from the Puerto Madero experience
Grandes projetos urbanos e usos do espaço público: tensões e negociações a partir de Puerto Madero
Guillermo Jajamovich
Doctor en Ciencias Sociales, Investigador adjunto del CONICET con sede en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
guillermopazjajamovich@gmail.com
ORCID:http://orcid.org/0000-0001-9628-2468
Resumen
El trabajo analiza relacionalmente la gestión de Puerto Madero por parte de la Corporación Antiguo Puerto Madero y la instalación en el área de un comedor popular por parte del dirigente de desocupados y jubilados Raúl Castells. El abordaje articula literaturas sobre grandes proyectos urbanos y las dinámicas de los espacios públicos. Desde perspectivas culturales y simbólicas, presta atención al accionar de la corporación y sus intentos de contrarrestar diversas críticas. Asimismo, el foco en la instalación del comedor permite retomar discusiones respecto de las tensiones entre gestión, diseño y usos de los espacios públicos. El trabajo se apoya en un abordaje cualitativo e interpretativo que recupera literatura sobre Puerto Madero, fuentes vinculadas con la corporación y material de prensa sobre la instalación del comedor. El abordaje concluye revisitando críticamente algunos sentidos comunes sobre los vínculos entre ciudades, grandes proyectos urbanos y espacios públicos.
Palabras clave
Grandes proyectos urbanos; espacios públicos; disputas; negociaciones; Puerto Madero.
Abstract
This article analyzes relationally the management of Puerto Madero by the Old Puerto Madero Corporation and the installation in the area of a soup kitchen by the leader of the unemployed and retired Raul Castells. The approach combines literature on large urban projects and the dynamics of public spaces. More specifically, Puerto Madero is analyzed from cultural and symbolic perspectives, paying attention to the actions of the aforementioned Corporation and its attempts to counter various criticisms that the operation has received. The approach to the Castells episode allows us to resume discussions about tensions between management, design and uses of public spaces. The work is based on a qualitative and interpretive approach that recovers literature on Puerto Madero, sources linked to the Corporation and journalistic sources about the installation of the soup kitchen. The article concludes by critically revisiting some common senses about links between cities, large urban projects and public spaces.
Keywords
Large urban projects; public spaces; disputes; negotiations; Puerto Madero.
Resumo
No presente trabalho, analisa-se relacionalmente a gestão de Puerto Madero pela Corporación Antiguo Puerto Madero e a instalação na área de um refeitório popular pelo líder dos desempregados e aposentados Raul Castells. Essa abordagem cruza literaturas sobre grandes projetos urbanos e a dinâmica dos espaços públicos. Puerto Madero é analisado a partir de perspectivas culturais e simbólicas, prestando atenção à atuação da Corporação e suas tentativas de rebater diversas críticas recebidas. Em diálogo com tais ações, a abordagem do episódio da instalação do refeitório permite retomar as discussões sobre tensões entre gestão, projeto e usos dos espaços públicos. O trabalho se baseia em uma abordagem qualitativa e interpretativa, em trabalhos sobre Puerto Madero, fontes vinculadas às ações da Corporação e material de imprensa que acompanhou a instalação do referido refeitório. Como conclusões, a abordagem permite revisitar criticamente alguns sensos comuns sobre ligações entre cidades, grandes projetos urbanos e espaços públicos.
Palavras chave
Grandes projetos urbanos; espaços públicos; disputas; negociações; Puerto Madero.
DOI: http://dx.doi.org/10.30972/crn.35356777
Introducción
Cuando se dice Puerto Madero, aparece un rasgo utópico muy marcado. Los constructores de Puerto Madero también pensaron en un tipo de ciudad dentro de la ciudad. Una ciudad más protegida de la ciudad real.
En algún momento Puerto Madero va a ser tomada por la ciudad real. Eso va a ser inevitable. La ciudad real son tentáculos invisibles que están en todos lados (…) Puerto Madero es una división interna de la ciudad, una división que no se ha asimilado. Es un emblema extraño, un injerto basado en una gran arquitectura utópica y vanguardista (…) Puerto Madero no ha sido absorbido por la ciudadanía… (González, 2021)1
Plantaron en Puerto Madero
Un almorzadero de trabajador
No hay que reservar primero
Donde el piquetero tiene el comedor2
Un turista brasilero que vino
En crucero a pasar calor
Se equivocó de cordero
Y vino contento con su Termidor
Trajo un cartón de Resero
Savoir piquetero a mi comedor
Gratuita la torta frita
Y yerba de ayer secándose al sol
Vida paria en la burbuja inmobiliaria
Comedor piquetero
Vida paria en la burbuja inmobiliaria
Comedor piquetero. (Calamaro, 2007).
El epígrafe del ensayista Horacio González presenta una serie de ideas respecto de Puerto Madero y sus controvertidas relaciones —o la ausencia de estas— con el resto de la ciudad de Buenos Aires. Por un lado, postula el carácter inevitable por el cual en algún momento Puerto Madero va a ser tomado por la ciudad real, dado que esta es vista como tentáculos invisibles que están en todos lados. Sin embargo, inmediatamente después, González señala que el área aún no ha sido asimilada ni absorbida por la ciudadanía.
En contraste, el segundo epígrafe correspondiente a una canción de Andrés Calamaro titulada “Comedor piquetero” nos indica que aquello que González intuye quizás ya esté sucediendo: la posibilidad de que Puerto Madero sea tomado por la ciudad real. Es más, eso incluye la presencia de sectores populares en el área. Calamaro alude a la presencia en Puerto Madero de un comedor popular encabezado por el dirigente piquetero Raúl Castells que se mantuvo en el área durante dieciséis meses entre los años 2006 y 2007.
Lejos de tratarse de un episodio que contrapone dicotómicamente una clase contra otra, el comedor surge a partir de la cesión de un espacio de veinte metros cuadrados por parte de un empresario gastronómico del área en represalia a sucesivas clausuras de sus locales en Puerto Madero. Orientado a alimentar gratuitamente a sectores populares con torta frita y mate cocido, el comedor de Castells funcionó también como foro de denuncia de desigualdades sociales ante audiencias locales, nacionales y turísticas. Este episodio no es el único —ni el primero ni el último— que supone una apropiación popular del área, aunque su localización y duración más limitada en el tiempo reabre, como veremos, el interrogante respecto de los usos y usuarios admitidos y contemplados, así como las tensiones, disputas y negociaciones que se despliegan frente a usos y usuarios no esperados.
Este artículo revisita relacionalmente la instalación del comedor de Castells y la gestión de Puerto Madero por parte de la Corporación Antiguo Puerto Madero Sociedad Anónima (CAPMSA), a partir del cruce entre literaturas vinculadas con los grandes proyectos urbanos y las dinámicas de los espacios públicos3. Más específicamente, desde perspectivas culturales y simbólicas se analiza el accionar de la corporación y sus intentos de contrarrestar y atenuar diversas críticas que la operación recibió a lo largo del tiempo. En diálogo con tal accionar, el abordaje de la instalación del comedor nos permitirá retomar discusiones respecto de los espacios públicos y las tensiones y desfasajes entre gestión, diseño y usos de estos.
El abordaje propuesto sirve como puntapié para revisitar críticamente algunos sentidos comunes —en ocasiones sentidos comunes del pensamiento crítico— acerca de la operación Puerto Madero y, más en general, respecto de los vínculos entre ciudades, grandes proyectos urbanos y espacios públicos. Por un lado, permite observar que el espacio público se tensiona entre su —relativa— apertura y sus eventuales cierres. En efecto, no todos los actores cuentan con los mismos recursos y capitales para usar y permanecer en ciertas áreas. No obstante, aquellos espacios son producto de una negociación más o menos permanente, y existen usos y usuarios que eventualmente tensionan y cuestionan —con mayor o menor éxito— las expectativas puestas en los proyectos por parte de quienes los gestionan o diseñan. Es decir, su sentido no se determina de una vez y para siempre. Por otro lado, posibilita entender que Puerto Madero no es un producto cerrado, una operación perfecta y armónica que dio el resultado exacto que se esperaba de ella, sino que también es un producto en disputa, tensionado y atravesado por vaivenes múltiples. Aunque hoy lo veamos prácticamente concluido y ya urbanizado, eso no implica que el camino recorrido haya sido lineal, sin sobresaltos y haya estado predestinado a completarse en sus propios términos (Jajamovich, 2018a). El abordaje que proponemos también busca problematizar algunas imágenes y nociones sobre los vínculos entre Puerto Madero y el resto de la ciudad. En efecto, entre las perspectivas críticas es común aludir al área como una isla o fragmento separado de la ciudad e incontaminado respecto de las dinámicas que la signan. Sin embargo, como veremos y como ha sido planteado por investigaciones previas, los vínculos entre Puerto Madero y la ciudad son más complejos y móviles, a la vez que son tematizados —y practicados— de distintas maneras y de modos más o menos estratégicos por la variedad de actores involucrados en los procesos que se va a analizar.
El artículo se apoya en una variedad de fuentes que permiten abordar relacionalmente la instalación del comedor de Castells y el accionar de la Corporación Antiguo Puerto Madero. Así, el análisis requiere el cruce entre fuentes vinculadas con los distintos protagonistas de estos procesos. En consecuencia, analizamos un corpus de notas en periódicos masivos, como Clarín, La Nación, Ámbito Financiero y Página 12, que dan cuenta de la instalación del comedor y las controversias alrededor de este. Tal material fue cruzado con documentos de la corporación, como sus balances anuales, publicaciones propias y su página web. Este corpus excede la instalación del comedor y las tensiones y negociaciones en torno a él, pero permite reconstruir diversas acciones y discursos en los que se pueden observar usos y usuarios alentados en el área. A su vez, apoyados en un trabajo de archivo previo, también recuperamos fuentes variadas que dan cuenta de otras críticas a Puerto Madero —como su asociación con el universo de la corrupción y sus características excluyentes en términos urbanos y sociales—, que la corporación busca atenuar o contrarrestar a partir de discursos e iniciativas desplegadas en el área.
La estructura del artículo es la que sigue: en primer lugar, se revisita una serie de trabajos que se han aproximado al universo que pretendemos abordar. En segundo lugar, nos detenemos en diversos aportes teóricos para el abordaje del cruce entre grandes proyectos urbanos y dinámicas del espacio público. En tercer lugar, en diálogo con la perspectiva desplegada, se da cuenta del accionar de la CAPMSA como parte del proceso de construcción cultural y simbólica de Puerto Madero. En cuarto lugar, se da cuenta de la instalación del comedor de Castells y como este tensiona el accionar de la CAPMSA y pone en discusión los usos y usuarios admitidos y tolerados en Puerto Madero. Por último, se presentan las conclusiones.
Castells en Puerto Madero, un episodio analizado
El presente artículo dialoga con literatura sobre grandes proyectos urbanos y dinámicas de los espacios públicos y, más específicamente, con una serie de trabajos que han visitado tal episodio (Gorelik, 2007a; Carman, 2011), así como con otras reflexiones más abarcativas en torno a usos —y discursos— del espacio público en Puerto Madero (Jajamovich, 2018b; Girola et al., 2011; Girola et al., 2013; Benas, 2014; Sequera & Mateos, 2014), a la vez que con trabajos previos que interrogan Puerto Madero como gran proyecto urbano atendiendo al rol de la Corporación Antiguo Puerto Madero en su gestión (Jajamovich, 2018a; Cuenya & Corral, 2011; Cuenya, 2011).
En su trabajo, Gorelik (2007a) pone en relación y da cuenta de la convivencia de acciones artísticas de marketing urbano y acciones artísticas de protesta urbana. En ese marco, y en diálogo con cambiantes constelaciones de relaciones entre arte y ciudad, explica el contacto conflictivo entre la instalación del comedor de Castells e intervenciones como la del cow parade, también desplegada en Puerto Madero4. Por su parte, Carman (2011) se concentra en el episodio de Castells considerando los usos de la cultura en tanto recursos de los sectores populares y el modo en que el comedor despliega una denuncia estetizada. Asimismo, Carman analiza un fenómeno similar —aunque en dirección opuesta— al desplegado por el Castells en Puerto Madero: la idea de piquete cultural llevando arte top a barriadas populares. Si bien el foco es distinto —aunque en ocasiones convergente— al que aquí proponemos, el texto de Carman brinda pistas muy útiles sobre las dinámicas que se despliegan en ese espacio: citando al antropólogo Manuel Delgado (1998), Carman (2011, p. 179) señala que el comedor de Castells “desafió el control político de los signos puestos en circulación en el espacio público”. Sin embargo, lejos de una confrontación dicotómica, Carman (2011, p. 181) también da cuenta del afán negociador de Castells “al gestionar culturalmente su propuesta social transgresora, estos grupos buscan ser aceptados por otros sectores sociales”.
Por su parte, aunque la mención al comedor de Castells sea sumamente puntual, Girola et al. (2013, p. 38) brindan aportes que nos permiten complejizar las dinámicas que se despliegan tanto en Puerto Madero como en sus vínculos con el resto de la ciudad. Así, las autoras discuten “perspectivas teóricas que describen a las metrópolis del presente sobre la base del concepto de fragmentación”. Lejos de ideas como la de ciudad-archipiélago, “conformada por la yuxtaposición de ‘islas’ diferenciadas y claramente delimitadas” (Girola et al., 2013, p. 38), las autoras indican que estos territorios transformados
admiten dinámicas socioespaciales contradictorias: como las apropiaciones de Puerto Madero por parte de sectores populares, tanto en las inmediaciones del área recualificada (donde persiste el asentamiento Rodrigo Bueno) como en su corazón mismo (recordemos la fugaz presencia del comedor popular que el dirigente piquetero Raúl Castells instaló en el barrio). (Girola et al., 2013, p. 38)
A diferencia de los acercamientos previos de Carman, Gorelik y Girola, González Bracco y Yacovino, este trabajo se concentra en un aspecto que ha sido poco explorado: la relación entre la iniciativa de Castells y el accionar más prolongado en el tiempo de la Corporación Antiguo Puerto Madero a la hora de gestionar y legitimar el avance de la operación Puerto Madero, obtener consensos y contrarrestar críticas. Esta relación se enfoca —como veremos en la siguiente sección— desde discusiones bibliográficas sobre grandes proyectos urbanos, usos del espacio público y tensiones entre gestión, diseño y usos (in)esperados de los espacios.
Tal como lo esbozamos en la introducción, el enfoque relacional entre la actividad de la CAPMSA y la instalación del comedor de Castells nos permite alejarnos de entender Puerto Madero como una operación urbanística ya cerrada y definida, a la vez que se evitan miradas teleológicas que desde el presente con un área ya urbanizada presuponen que dicho proceso fue lineal y sin sobresaltos. Por el contrario, más que como producto cerrado y terminado buscamos dar cuenta de procesos no predefinidos ni predeterminados. Así, más que ser el mero producto o derivación mecánica de procesos más abarcativos de neoliberalización y/o empresarialismo urbano, se busca dar cuenta de tensiones y negociaciones que se fueron desplegando en el tiempo (Jajamovich, 2018a).
Esta forma de abordar Puerto Madero también contrasta con perspectivas como las de la propia corporación y la de los propios gestores —y exgestores— del área, que en sus narrativas —entrevistas, publicaciones, sitios web, etc.— invisibilizan los conflictos que atraviesan el desarrollo de la operación urbanística. Asimismo, se diferencia de las miradas de algunos observadores críticos que o bien sobrestiman la capacidad de la CAPMSA o la invisibilizan en tanto entienden Puerto Madero como mera derivación de procesos más abarcativos y pierden de vista la gestión más cotidiana del área, así como los conflictos y tensiones que la atraviesan. En efecto, en diferentes ocasiones se indica que una de las ventajas que tuvo Puerto Madero para materializarse fue el carácter vacante de esas tierras, lo cual no implicó desalojos y mayores conflictos (Garay, 2007). Sin embargo, la operación no estuvo exenta de conflictos de distinto tipo. Los tentáculos de la ciudad descritos por González se entrecruzaron con la gestión del área en diversas oportunidades, como, por ejemplo, la resistencia inicial durante 1989 y 1990 a una propuesta catalana por parte de la Sociedad Central de Arquitectos —aunque luego deviniera en socia de la iniciativa (Jajamovich, 2016)—, los conflictos en torno a la propiedad del campo de deportes del Colegio Nacional de Buenos Aires en Puerto Madero, las idas y vueltas con el asentamiento Rodrigo Bueno —entre intentos de desalojos y promesas de su urbanización— y la propia instalación del comedor de Castells que analizaremos.
Grandes proyectos urbanos, perspectivas culturales y dinámicas de los espacios públicos
Las últimas décadas han sido caracterizadas como un período de profundas transformaciones a nivel urbano, observando cambios morfológicos y económicos, modificaciones en las políticas urbanas y en los modos de intervenir arquitectónicamente, mutaciones en las maneras de conceptualizar la ciudad y en los roles que se le otorgan, entre otras cuestiones (Menazzi, 2013). En ese marco, proliferaron nuevos modos de hacer ciudad, caracterizados por intervenciones más puntuales y fragmentarias, en articulación con el capital privado, a la vez que se produjeron alteraciones respecto del rol de los urbanistas y planificadores urbanos (Jajamovich, 2018a).
Entre las proliferantes nuevas formas de intervenir y gestionar la ciudad se destaca la multiplicación de Grandes Proyectos Urbanos (GPU). Se trata de una noción algo ambigua, compleja y polisémica que admite distintas funciones, distintas escalas, definiciones según su tamaño e incluso según su costo (Jajamovich, 2019; Cuenya et al., 2020)5. Desde un sector de los estudios urbanos, los grandes proyectos urbanos se definen como operaciones de renovación urbana de gran escala que producen modificaciones físico-espaciales y funcionales de áreas estratégicas, alteraciones en la rentabilidad del suelo y cambios en los mecanismos de gestión pública (Cuenya, 2011). Tal definición se centra en dimensiones urbanas, políticas y de economía urbana. De todos modos, los enfoques culturales y simbólicos también permiten complejizar las aristas del abordaje de los grandes proyectos. Estas perspectivas posibilitan subrayar la economía simbólica de esta clase de proyectos y analizar sus motivaciones, órdenes de justificación, retóricas de divulgación y legitimación, campañas asociadas, producción de consensos en torno a estos (Jajamovich, 2018a; Duque Franco, 2024) y —como veremos especialmente— las dinámicas que se despliegan en sus espacios públicos.
La mirada cultural y simbólica sobre los grandes proyectos urbanos es deudora de perspectivas más abarcativas en el pensamiento urbano y social que postulan que la construcción de ciudades, políticas y proyectos urbanos supone procesos tanto materiales como simbólicos (Arantes, 2000; Sánchez, 2010). Tempranamente, David Harvey (1989) indicaba que el giro empresarialista de la gobernanza urbana en el capitalismo tardío implicaba actividades de promoción —boosterism— por parte de las ciudades y sus gobiernos. Por su parte, en sus trabajos de los años 70, Harvey Molotch señalaba el rol de la ideología y los discursos como parte de las urban growth machines:las coaliciones de crecimiento no solo se esfuerzan por crear las condiciones previas para el crecimiento, sino también por convencer a las personas de la importancia del crecimiento para su bienestar (Wilson & Jonas, 1999). A su vez, indicando la relevancia de lo simbólico, Améndola (2000) postulaba que el urbanismo y la comunicación tienden a fusionarse. El uso y la proliferación de herramientas del marketing en la ciudad va en esa misma dirección (Duque Franco, 2011). Sintetizando el argumento, la idea es la que sigue: la materialización de grandes proyectos urbanos requiere capitales privados y gestión urbana, pero también construcción de imágenes, representaciones y narrativas que contrarresten miradas negativas sobre estas iniciativas. Dicho en otros términos: también requiere narrativas legitimadoras (Franquesa, 2007).
Grandes proyectos urbanos y (crisis de los) espacio(s) público(s)
Desde perspectivas críticas se ha señalado que los grandes proyectos urbanos se montan sobre y refuerzan la crisis del espacio público, en tanto sus espacios son crecientemente vigilados, monitoreados y clausurados en sus posibilidades públicas y democráticas. En esa senda, los grandes proyectos han sido asociados a otros artefactos urbanos que también parecen protagonizar o al menos atestiguar la irreversible crisis, decadencia o muerte de los espacios públicos, como, por ejemplo, los barrios cerrados y los shoppings malls. En esa narrativa, los espacios dejan de ser abiertos, inclusivos, tolerantes con la diversidad y auténticos y se tornan crecientemente pseudo-públicos, excluyentes e hípercontrolados (Salcedo, 2002). Esta perspectiva contrapone la nueva ciudad a la urbanidad. Así, Sorkin (1992) alude tempranamente a la nueva ciudad norteamericana como parque temático signada por el fin del espacio público. Sus rascacielos, shoppings, autos y suburbios interminables producen un territorio indiferenciado sin la mezcla social y formal típica de la vida urbana, un orden social y una forma urbana ilegible, la pérdida de ataduras a lo local con la emergencia de un urbanismo genérico, el despliegue de una obsesión con la seguridad. En síntesis, el parque temático sustituye a una esfera pública democrática.
El discurso de la crisis del espacio público —sostenido por autores como Sennet y Sorkin, entre otros— es fuertemente crítico de estos artefactos urbanos y las subjetividades que implican y generan. Sin embargo, autores como Fainstein (1994), Salcedo (2002), Duhau y Giglia (2008) y Giglia (2017), entre otros, critican ciertas idealizaciones del pasado implícitas en la idea del declive —o muerte, caída, crisis— del espacio público, remarcando dos supuestos subyacentes a esa literatura: 1) la ciudad alguna vez aceptó más diversidad e intercambio social que ahora; 2) la ciudad “deseable” sería más auténtica que la que se construye ahora.
Lejos de las miradas que acentúan la decadencia contemporánea de estos espacios, diversos autores han insistido en la dialéctica permanente y apertura ontológica del espacio público (Mitchell, 1995; Sevilla Buitrago, 2014; Ross, 2019). Así, indican la reapropiación de espacios como un continuo histórico y geográfico, aunque desplegado en condiciones distintas y cambiantes. Desde esas perspectivas, el espacio público es el fruto de ideas enfrentadas acerca de lo que constituye ese espacio y quién forma parte de él; asimismo, el espacio público aparece como parte de una dialéctica socio-espacial surcada por pugnas entre usos del espacio y su concepción, retomando la senda analítica abierta por Lefebvre. Esta perspectiva postula la incapacidad de los proyectos institucionales para cercar estos espacios, monopolizar su significado y monitorizar exhaustivamente las prácticas que en ellos se despliegan. Dicho en otros términos: los espacios diseñados y construidos por expertos, técnicos y políticos pueden ser reutilizados y resignificados por parte de la población, aun aquellos crecientemente vigilados y privatizados, como los grandes proyectos urbanos. Es más, tal como lo indica Del Cerro Santamaría (2013), en reiteradas ocasiones el desarrollo de iniciativas como los grandes proyectos urbanos son altamente contenciosas y sujetas a intereses opuestos y en conflicto, a diferencia de lo que el discurso de la crisis del espacio público suele suponer. Asimismo, como lo indica Shatkin (2011), estas iniciativas se topan con obstáculos legales, políticos y culturales: cada gran proyecto urbano que se materializa contrasta con numerosas otras iniciativas que no superan instancias proyectuales.
En la sección que sigue, proponemos aterrizar algunas de estas discusiones, a la vez que revisitar operaciones urbanas muy conocidas aunque menos transitadas desde perspectivas como las indicadas. Así, procederemos a abordar aristas de Puerto Madero en tanto gran proyecto urbano, analizable desde perspectivas culturales y simbólicas. Asimismo, nos detendremos en la instalación de un comedor popular en Puerto Madero por parte de Raúl Castells a los fines de poner en diálogo la perspectiva cultural y simbólica sobre los grandes proyectos urbanos con las mencionadas discusiones respecto de los espacios públicos y las tensiones y desfasajes entre gestión, diseño y usos de estos.
Puerto Madero y las disputas simbólicas sobre un gran proyecto urbano
El contexto en que emerge la urbanización de Puerto Madero en la Capital Federal —y aún no ciudad autónoma— de Argentina estaba atravesado por una crisis política y económica que había derivado en la entrega anticipada del poder por parte del presidente Raúl Alfonsín, la asunción del presidente Carlos Menem y el lanzamiento de un ambicioso y controvertido programa de reformas estatales y privatizaciones. Es decir que en sus inicios no estaba garantizado ni mucho menos que esa área que había perdido mayoritariamente sus funciones portuarias hace muchas décadas deviniera una zona de residencia de políticos, empresarios y famosos. En efecto, Puerto Madero se volvió la postal de una Buenos Aires modernizada, pero paralelamente a las representaciones que subrayan su carácter exitoso (Corporación Antiguo Puerto Madero SA, 1999; Garay, 2007), la operación fue asociada a variados escándalos de corrupción y fue cuestionada por su carácter excluyente en términos urbanos y sociales.
Desde fuentes periodísticas, literarias y académicas han proliferado asociaciones entre Puerto Madero y la corrupción que permearon el imaginario social sobre el área. El contexto de emergencia de Puerto Madero —durante la controvertida década del 90— favoreció que fuera visto como el emergente de gestiones locales y nacionales acusadas de desplegar prácticas de corrupción6. Libros periodísticos añadieron a esos elementos una variedad de denuncias sobre lavado de dinero, detenciones de acusados de corrupción que residen en el área, asesinatos o suicidios con connotaciones políticas, etc. (Dahia, 2014). Por su parte, distintos académicos han señalado el carácter opaco de la gestión del área y la escasa rendición de cuentas por parte de la Corporación Antiguo Puerto Madero (Cuenya & Corral, 2011), a la vez que otros han asociado el área a modelos sociales y urbanos de carácter excluyente (Gorelik, 2007b; Cuenya, 2011).
Tal como lo indicamos previamente, la construcción de grandes proyectos supone procesos materiales pero también simbólicos. El urbanismo y las arquitecturas desplegadas en Puerto Madero pueden ser leídos en esa clave: el lado oeste de Puerto Madero con sus edificios ladrilleros dialoga con el patrimonio construido y la memoria portuaria del área —de hecho, se declaran los docks como edificios de valor patrimonial (Girola et al., 2013)—, mientras que las torres del este configuran la imagen modernizada, y es movilizada como símbolo y postal de la ciudad. El puente de la mujer y la recurrencia a arquitectos internacionales refuerzan la producción visual y material del área, a la vez que infraestructuras culturales como el museo Fortabat y emprendimientos como los de Faena conjugan arte, cultura y desarrollo inmobiliario. Redes sociales y la propia web de la corporación también despliegan iniciativas de autonarración y autocelebración.
Frente a las representaciones críticas sobre Puerto Madero, la Corporación Antiguo Puerto Madero buscó promocionar el proyecto y obtener consenso para su avance. De distintos modos y a lo largo del tiempo, la corporación realizó “múltiples acciones de difusión de la gestión de la empresa tanto en los medios de comunicación social como en Organismos no gubernamentales nacionales e internacionales” (Corporación Antiguo Puerto Madero SA, 2005, p. 7). Es decir, “acciones de prensa para promover el modelo de gestión y de obras públicas en Puerto Madero” (Corporación Antiguo Puerto Madero SA, 2006, p. 7).
En ese marco, la corporación buscó promover la presencia de población del resto de la ciudad en el área. Aunque las viviendas que se fueron construyendo, así como el tipo de comercio y oficinas instalados, limitaban los sectores sociales que podían acceder a ellas (Cuenya & Corral, 2011), la CAPMSA desplegó una serie de actividades deportivas y culturales que buscaban atraer a un público más amplio. Tales iniciativas eran generadas desde el área de relaciones institucionales de la corporación, es decir, el organismo que dentro de la misma se ocupa centralmente de la promoción del proyecto y la construcción de la imagen y la comunicación de este (Jajamovich, 2018b). Así, a lo largo del tiempo, la corporación organiza directamente, brinda asistencia y/o colabora en la organización de numerosas actividades socioculturales y deportivas, tales como actividades atléticas, recitales, ciclos de teatro, concursos de pintura infantil y visitas guiadas gratuitas, entre otras. Respecto de estas visitas, explicita destinatarios, como turistas, visitantes y escuelas públicas de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. A esto se suman aportes económicos por donaciones o auspicios a diversas entidades de bien público e iniciativas institucionales y filantrópicas. Los balances de la corporación permiten observar no solo el tipo de actividad promovida y sus destinatarios, sino también el modo en que estas son presentadas. Así, aparecen encuadradas como “aportes a la comunidad” (Corporación Antiguo Puerto Madero SA, 2001) o “gestión cultural y beneficio social” (Corporación Antiguo Puerto Madero SA, 2004). Es decir, como la contracara de algunas de las acusaciones que a lo largo del tiempo fue recibiendo la operación.
A la hora de analizar cómo se autopromociona el proyecto, se pueden resaltar las actividades generadas en los aniversarios de la operación, así como aquellas otras vinculadas con la incorporación de Puerto Madero como barrio de la ciudad de Buenos Aires. Se trata de ocasiones en las cuales se explicita con mayor intensidad la construcción simbólica del área. En efecto, entre el 15 de noviembre y el 12 de diciembre de 2004 y como parte de los festejos por el XV aniversario de Puerto Madero, la CAPMSA organizó “múltiples eventos socioculturales de entrada libre y gratuita, a fin de consolidar su imagen como Barrio número 47” (Corporación Antiguo Puerto Madero SA, 2004, p. 9). Así, revela el intento de “acercar a Puerto Madero a sectores poblacionales que tradicionalmente no concurren al barrio” (Corporación Antiguo Puerto Madero SA, 2004, p. 9). Estas escuetas citas permiten resaltar distintos asuntos. En primer lugar, la explicitación del carácter construido de la imagen del área, aunque, como vimos, esa imagen no es definida únicamente por la corporación, sino en diálogo y en ocasiones en oposición a otras imágenes y representaciones que acentúan su carácter excluyente y/o asociado a prácticas de corrupción. En segundo término, se destaca el señalamiento de la gratuidad de esos eventos y la especificación de un público específico, es decir, población que tradicionalmente no concurre al barrio. Por otra parte, su designación administrativa como barrio también puede ser leída en tanto intento de normalizar su relación con el resto de la ciudad: frente a críticas que lo indican como la contraparte urbana de la creciente fragmentación social, deviene —al menos administrativamente— un barrio más.
Otra de las materialidades en las que se puso en juego la relación entre Puerto Madero y el resto de la ciudad fue la Costanera Sur. Aunque esta no es considerada formalmente parte del área, la corporación se involucró en su mantenimiento. Indudablemente esto podría traer beneficios sobre la propia valorización económica de Puerto Madero, pero también se puede analizar como parte del intento de contrarrestar representaciones negativas sobre el área y obtener consenso para su avance. Es decir, como un elemento más que buscaba aumentar el prestigio social y simbólico del área (Girola et al., 2013). En efecto, la Costanera Sur es una zona históricamente ligada al uso popular de sus balnearios. Su recuperación intentaba otorgarle un aura popular a una operación en marcha acusada de elitista y de darle la espalda al resto de la ciudad. Sin embargo, el intento de promocionar y legitimar la operación incorporando el uso popular de la Costanera Sur tiene como contracara cierto disgusto de los residentes de Puerto Madero frente a la proliferación de puestos de ventas de choripanes en aquella7. Una inmobiliaria de peso en Puerto Madero aludía al área de este modo:
En su look de primer mundo penetran a veces realidades que recuerdan a problemáticas propias de Latinoamérica (como la proximidad de una villa de emergencia, o las aglomeraciones de puestos de venta informal en la Costanera Sur durante los fines de semana). (RAMOS BROKERS INMOBILIARIOS, 2009, p. 2)
En este sentido, el accionar de la Corporación Antiguo Puerto Madero no siempre coincide con la voluntad de los residentes del área, complejizando el mapa de actores e intereses envueltos en la cotidianidad de Puerto Madero. Así, se vuelve problemático el enunciado sostenido desde algunas perspectivas críticas que ve en los usos populares del área prácticas necesariamente contrahegemónicas en tanto se ignoran las formas en que los gestores del área reutilizan o resignifican esas mismas prácticas a los fines de legitimar sus intervenciones.
Las actividades deportivas y culturales promovidas por la CAPMSA también pueden ser interrogadas en relación con los usos sugeridos y esperados de los espacios públicos. En efecto, aquellas actividades alientan, implícita o explícitamente, determinados usos del espacio —recreativos, deportivos y culturales localizados espacialmente y de duración limitada—, a la vez que desalientan otros usos alternativos —residencia irregular, comercio informal, venta ambulante, etc.—, como veremos en la siguiente sección a propósito de la instalación del comedor de Castells. De todos modos, tales actividades tampoco estuvieron exentas de recibir reclamos por parte de los residentes respecto de los inconvenientes que implicaban en su vida cotidiana (Jajamovich, 2018a). Nuevamente, los intereses de los residentes no siempre coinciden con los de la corporación, a diferencia de lo que subyace a ciertas miradas que suponen intereses fusionados entre ambos.
Tensiones, negociaciones y usos de espacios públicos
En esta sección retomamos las discusiones previas sobre los espacios públicos —y las pugnas sobre qué representa el área y de qué manera debe utilizarse— a partir de la mencionada instalación en Puerto Madero de un comedor por parte del dirigente piquetero y de jubilados y pensionados Raúl Castells entre 2006 y 2007.
Surgido a partir de la cesión de un empresario gastronómico del área y en represalia a sucesivas clausuras de sus locales a partir de denuncias hechas por la Corporación Antiguo Puerto Madero, el comedor de Castells estaba orientado a alimentar gratuitamente a sectores populares con torta frita y mate cocido —como relata Calamaro en su canción—, a la vez que funcionaba como foro de denuncia de desigualdades sociales ante audiencias locales y turísticas.
Durante casi un año y medio, el comedor fue también escenario de actos, asambleas y presentaciones de libros en un área no habituada a tales prácticas ni a esos sujetos. En ese lapso se producen cruces impensados, como los relatados en la canción de Calamaro: un turista en el comedor piquetero y la vida paria en la burbuja inmobiliaria, a lo que cabría agregar un empresario cediendo ese espacio a un dirigente social como Castells.
Decíamos previamente que el episodio de Castells no es la primera apropiación popular del área. Sin embargo, algo diferencia este episodio de otros. En efecto, la localización del comedor acentuó la disputa con la CAPMSA y derivó en una causa judicial que hizo que Castells finalmente abandonara su emprendimiento a través de un canje por un espacio en otra área de la ciudad. El comedor se localizaba en el sector oeste de Puerto Madero, en diagonal a la Fragata Sarmiento, es decir, uno de los puntos más visibles y densamente visitados por turistas y locales. Dicho en otros términos, una de las áreas donde los sectores populares no suelen detenerse, sino que tienden a atravesarla, en tanto las geografías de uso popular tienden a anclarse en otras áreas de Puerto Madero, como el poco visible asentamiento Rodrigo Bueno —actualmente en proceso de urbanización—, la mencionada Costanera Sur en el borde de Puerto Madero hacia el río, la reserva ecológica y el Parque Micaela Bastidas (Carman, 2011).
Autoidentificado por ese entonces como socialista y marxista —aunque desde miradas críticas a su accionar se señala que combina “reivindicaciones ultraizquierdistas con rasgos de patriarcalismo popular tradicional” (Gorelik, 2007a, p. 45)—, el líder del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados señalaba que el comedor se encontraba en el “centro del corazón del poder político de la Argentina” (La Nación, 2006). Por el contrario, aunque reconociendo la localización estratégica de dicho comedor, el entonces ministro del interior Aníbal Fernández señalaba que se trataba de una provocación (Página 12, 2006).
Denominado por diferentes observadores como “McCastells”, “comedor popular”, “comedero popular”, “almorzadero de trabajador”, “comedor piquetero” —título, a su vez, de la canción de Andrés Calamaro de la cual surge uno de los epígrafes de este artículo—, la instalación del comedor y sus peripecias permiten repensar los usos y usuarios admitidos y contemplados en el área, así como las negociaciones que se despliegan frente a usos y usuarios no contemplados. En otros términos, nos permite yuxtaponer las dinámicas de los grandes proyectos urbanos y las de los espacios públicos.
En efecto, el comedor tensiona los usos y usuarios admitidos, pone en cuestión la apertura y clausura de áreas como Puerto Madero a la vez que presupone variadas negociaciones, como, por ejemplo, cierta adaptación del espacio del comedor al área en que se inserta garantizando orden, limpieza y “urbanismo” (Clarín, 2007). Por otro lado, el propio comedor tensiona la zona en que se inserta al recibir un público no habitual, ofrecer productos atípicos en su entorno y desplegar una estética que no sintoniza con el área y que, en su conjunto, parece haberlo tornado poco tolerable. Esta tensión se refuerza con consignas allí desplegadas en carteles de gran tamaño donde se afirma: “Por una Argentina donde los perros de los ricos dejen de estar mejor alimentados que los hijos de los pobres” (Lipovich, 2006). En esa misma senda, atendiendo la mencionada estratégica localización y la tensión que esto suponía, Castells señalaba: “Lo que los ricos y poderosos quieren es que los comedores comunitarios estén bien lejos, no a cien metros del hotel Hilton y a 150 de la Casa Rosada” (Lipovich, 2006).
Este episodio también tensiona los relatos desplegados por algunos integrantes de la Corporación y por diversos vecinos a la hora de caracterizar Puerto Madero. Desde esa perspectiva, Puerto Madero difiere tanto del resto de la ciudad como de los barrios cerrados. A diferencia del resto de la ciudad, se trata de un área segura, limpia y no degradada; a diferencia de los barrios cerrados, destaca su carácter abierto y democrático (Benas, 2014). El episodio de Castells señala algunos límites de tal apertura y carácter público, a la vez que resalta un temor de algunos gestores y residentes del área: el riesgo de que Puerto Madero se contamine de aquello que lo diferencia del resto de la ciudad. Es decir, lo opuesto a una de sus justificaciones y expectativas iniciales: que la propia operación “derrame” —o debiéramos decir “gotee”— sobre sus entornos por entonces degradados8. En términos más abarcativos, es en las apropiaciones del espacio público donde se “expresan numerosos conflictos y se dirimen distinciones entre nosotros-otros” (Girola et al., 2013, p. 37).
En esas coordenadas de actores variados se produce una negociación más que un conflicto dicotómico: un empresario de Puerto Madero en descontento —y en venganza— con medidas administrativas asociadas a la Corporación Antiguo Puerto Madero cede un espacio al dirigente social Raúl Castells; Castells tensiona ese límite sin romperlo, promueve una isla “subalterna” en el sector oeste de Puerto Madero, a la vez que se esfuerza, relativamente, por adaptarse a ese entorno. El desenlace de esa tensión, causa judicial de por medio, llevará a Castells a abandonar ese espacio.9
Conclusiones
La permanencia acotada en el tiempo del comedor pareciera dar cierta razón a quienes sostienen la perspectiva de la crisis y el declive del espacio público. Sin embargo, la mera existencia de este proceso desmiente las miradas fatalistas que ven en los grandes proyectos urbanos la emergencia de espacios totalmente privatizados donde reina el control y donde los sentidos y usos de los espacios se definen de una vez y para siempre. Tal como lo indica Del Cerro Santamaría (2013), las ambiciones de las elites locales para reconstruir ciudades vía megaproyectos suelen toparse con resistencias desde la sociedad civil; los grandes proyectos avanzan en ocasiones con problemas y dificultades e incluso puede que no se materialicen. Para bien o para mal, siempre dependiendo desde donde se los observe, los espacios públicos están ontológicamente abiertos a su activación, pero esa apertura parece ser siempre relativa, asimétrica y, en el caso que nos ocupa, relativamente fugaz. Tácticas contra estrategias, si retomamos el dictum de De Certeau. Y si vemos el modo en que algunos usos populares del área son retomados por la propia Corporación —como el caso de la Costanera Sur—, podríamos señalar que las estrategias también resignifican y se reapropian de las tácticas.
Si retomamos el epígrafe con que comenzamos este artículo, y parafraseamos a Horacio González, Puerto Madero ya ha sido más tomado por la ciudad real que lo que algunos creen o que lo que otros quieren reconocer. Entre estos últimos, también se ubican aquellos que desde perspectivas críticas insisten en la alteridad radical del área respecto del resto de la ciudad. Asimismo, si retomamos lo desplegado a propósito de las acciones e intervenciones de la CAPMSA en el área en pro de legitimar su desarrollo y evitar resistencias, cabe indicar que los posicionamientos de los gestores del área son más ambiguos al respecto, en tanto se ven tensionados por mantener material y simbólicamente la diferencia entre el área y la ciudad, a la vez que se comprometen en acciones en las cuales esa diferencia se vuelve relativamente más porosa en tanto se busca contrarrestar las acusaciones de que el área es una isla desconectada de la ciudad. Siguiendo a González, podemos decir que era algo inevitable. Pero si la ciudad son tentáculos invisibles que están en todos lados, los gestores urbanos, los arquitectos y los urbanistas, en ocasiones, pugnan por limitar, acotar, frustrar o al menos ralentizar ese proceso por el cual los tentáculos invisibles de la ciudad se diseminan por todos lados. De hecho, en sus inicios y a manera de justificación, se argumentaba lo deseable de un proceso inverso, es decir, que un Puerto Madero urbanizado gotee o derrame sus virtudes sobre su perímetro y sobre la propia ciudad. Por el contrario, con mayor o menor visibilidad, hoy en día los sectores populares siguen allí. En términos de Giglia (2017, p. 26), “la sociabilidad popular se renueva y vuelve a apropiarse de un espacio que se quería depurado de usos descontrolados y ‘poco cívicos’”. Así ocurre en algunos de los parques de Puerto Madero, en la Costanera Sur, en la reserva ecológica e incluso habitando residencialmente el área en el asentamiento Rodrigo Bueno, cuya urbanización está avanzada. Estas geografías de uso popular son menos visibles que la localización del comedor, pero el mencionado asentamiento implica un uso residencial, una permanencia en el tiempo de mayor duración, y su urbanización actual garantiza su continuidad, aunque permanezca abierto el interrogante respecto de si las nuevas viviendas —dada la localización privilegiada— pueden derivar en desplazamiento de sus pobladores por vía del mercado inmobiliario.
El lapso entre la instalación del comedor de Castells y su final da cuenta de que se trata de procesos poco lineales, con idas y vueltas que se alejan de miradas más dicotómicas, como aquellas que contraponen radicalmente prácticas hegemónicas y contrahegemónicas. Más que blanco contra negro, predominan los grises; más que clase contra clase, se observan negociaciones, arreglos, aunque también tensiones. Tal como lo indica Ángela Giglia:
No siempre los procesos de dominación son tan efectivos y eficaces, y menos aquellos que pretenden imponerse mediante el modelado del espacio físico (…) las relaciones entre sectores dominados y sectores dominantes son lo suficientemente complejas y tortuosas como para hacernos dudar de que se trate de una relación de dominación con ganadores y perdedores definidos una vez por todas. Se trata más bien de una arena de disputa en la que tiende a prevalecer la negociación extralegal y el reparto de beneficios desiguales entre los diversos actores que conforman el orden urbano. (GIGLIA, 2017, p. 21)
Notas
- El subrayado nos pertenece. Aunque el texto de Horacio González se publica en línea en 2021, corresponde a una conferencia del año 2012 en la ciudad de Mendoza.
- La palabra “piqueteros” refiere a las organizaciones de trabajadores desocupados cuyo auge en la década del 90 se correspondió a la alta desocupación y los reclamos colectivos por trabajo y comida en rutas y calles de distintas ciudades de la Argentina.
- La Corporación es el organismo a cargo de la urbanización del área de Puerto Madero. Está integrada por representantes del gobierno nacional y del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. A los fines de agilizar la lectura y evitar reiteraciones, iremos alternando entre denominarla Corporación Antiguo Puerto Madero, CAPMSA y Corporación.
- El cow parade alude a un evento que circula entre distintas ciudades, donde se exponen en ciertos espacios públicos vacas de fibra de vidrio intervenidas por artistas locales. Finalizada la muestra, indica GORELIK, las vacas son subastadas y el dinero resultante es donado a las entidades benéficas locales patrocinadoras.
- En el contexto latinoamericano se alude a grandes proyectos urbanos a la vez que en el universo europeo y norteamericano se suele referir a megaprojects. No se trata simplemente de cuestiones de traducciones; la mención a grandes proyectos urbanos tiende a abarcar iniciativas desplegadas en las últimas décadas, mientras que las experiencias aludidas en los megaprojects también incluyen iniciativas desplegadas en períodos previos, como construcción de grandes infraestructuras —tipo programas de autopistas, iniciativas de renovación urbana, etc.— (DÍAZ ORUETA & FAINSTEIN, 2008; LEHRER & LAIDLEY, 2008). Asimismo, los GPU son una de las herramientas centrales de estrategias de regeneración urbana, aunque autoras como PAQUETTE VASSALLI (2020) expanden el corpus de intervenciones consideradas al aludir a estrategias alternativas de regeneración urbana que incluyen operaciones en barrios populares de las periferias y barrios de vivienda social.
- Más allá del contexto local y nacional y sus asociaciones con prácticas y/o sospechas de corrupción, la literatura sobre megaproyectos y grandes proyectos urbanos (DEL CERRO SANTAMARÍA, 2013) señala que estas intervenciones se completan en varias etapas, lo cual deriva en reordenamientos, correcciones, añadidos y se multiplican los errores. Todos estos procesos aumentan su falta de transparencia frente a sociedades civiles crecientemente más atentas al respecto.
- Los choripanes son chorizos asados que se sirven entre dos trozos de panes. Usualmente se los asocia al consumo de los sectores populares debido a su costo, aunque en los hechos su consumo trasciende tal sector social.
- Aunque en su momento no surtiera el efecto buscado, la Corporación acusó a Castells —vía carta a documento— de afear el área y resentir el valor patrimonial al no respetar el estilo inglés de la construcción donde montaba su comedor (ÁMBITO FINANCIERO, 2006).
- Tras una inspección solicitada por la Dirección General de Fiscalización y Control (DGFyC), dependiente del Ministerio de Seguridad del gobierno porteño, un fiscal contravencional indicó incumplimientos en materia de seguridad, higiene y habilitación (PÁGINA 12, 2007). Según diversos medios de comunicación, a Castells se le ofrece un terreno en las inmediaciones —claro que fuera de Puerto Madero—, a los fines de desistir de su reclamo por permanecer en el área (VIDELA, 2009).
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