Cuaderno Urbano Nº41 | Año: 2025 | Vol. 41
ARTÍCULO
VIVIR EN LOS MÁRGENES EN PANDEMIA: EXPERIENCIAS EN TRES BARRIOS POPULARES DE SANTIAGO DEL ESTERO, 2017-2024
LIVING ON THE MARGINS DURING THE PANDEMIC: EXPERIENCES IN THREE LOW-INCOME NEIGHBORHOODS OF SANTIAGO DEL ESTERO (ARGENTINA), 2017–2024
VIVER NAS MARGENS DURANTE A PANDEMIA: EXPERIÊNCIAS EM TRÊS BAIRROS POPULARES DE SANTIAGO DEL ESTERO (ARGENTINA), 2017-2024
Mariana Gómez Hernández
Lic. en Psicología. Maestranda en Salud Familiar y Comunitaria. Docente universitaria (UNSE). Facultad de Humanidades, Cs. Sociales y de la Salud, Universidad Nacional de Santiago del Estero.
E-mail: hgomez.mariana@gmail.com
Orcid: https://orcid.org/0009-0007-5780-9977
Laurencia Silveti
Mg. en Salud Familiar y Comunitaria. Becaria doctoral de CONICET. Docente de grado (UNSE) y de posgrado (UNC). Instituto de Estudios para el Desarrollo Social – Universidad Nacional de Santiago del Estero – Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina.
E-mail: laurenciasilveti@gmail.com
Orcid: https://orcid.org/0000-0001-6284-9788.
Resumen
Este artículo analiza las experiencias de familias residentes en barrios populares de la ciudad de Santiago del Estero (Argentina) antes, durante y después de la pandemia de COVID-19. El objetivo es analizar condiciones de vida a partir de los cambios y las continuidades en las estrategias desarrolladas en estos territorios, entendidas como expresión de las dinámicas de estructuración social urbana. Desde un enfoque interdisciplinario y mediante un diseño cualitativo, se realizaron entrevistas mixtas —que combinaron elementos estructurados y no estructurados— y observaciones centradas en las dinámicas contextuales de tres barrios populares, con especial atención a los vínculos familiares y comunitarios, el trabajo y las relaciones con instituciones, en el período comprendido entre 2017 y 2024. Los hallazgos evidencian tanto condiciones estructurales como emergentes en la periferia urbana del interior del país, destacando la identificación de roles de género en la participación social vinculada con la producción de cuidados y la construcción de lo común como estrategias de resignificación frente a la desigualdad social y la estigmatización territorial.
Palabras clave
pandemia, política de la vivienda, población urbana, participación comunitaria, derechos sociales y económicos
Abstract
This article analyzes the experiences of families living in low-income neighborhoods of Santiago del Estero (Argentina) before, during, and after the COVID-19 pandemic. The aim is to examine living conditions based on the changes and continuities in the strategies developed within these territories, understood as expressions of broader processes of urban social structuring. From an interdisciplinary perspective and through a qualitative design, mixed interviews—combining structured and unstructured elements—and field observations centered on the contextual dynamics of three popular neighborhoods. The study focuses on family and community ties, labor and relationships with institutions between 2017 and 2024. The findings reveal both structural and emerging conditions in urban peripheries of the interior of the country, highlighting the identification of gender roles in social participation related to care work and the construction of the commons as strategies for re-signifying social inequalities and territorial stigmatization.
Keywords
Pandemic, housing policy, urban population, community participation, social and economic rights
Resumo
Este artigo analisa as experiências de famílias residentes em bairros populares da cidade de Santiago del Estero (Argentina), antes, durante e após a pandemia de COVID-19. O objetivo é examinar as condições de vida a partir das mudanças e continuidades nas estratégias desenvolvidas nesses territórios, compreendidas como expressões das dinâmicas de estruturação social urbana. A partir de uma abordagem interdisciplinar e de um desenho metodológico qualitativo, foram realizadas entrevistas mistas — combinando elementos estruturados e não estruturados — e observações centradas nas dinâmicas contextuais de três bairros populares, com atenção especial aos vínculos familiares e comunitários, ao trabalho e às relações com instituições, no período de 2017 a 2024. Os resultados revelam tanto condições estruturais quanto emergentes nas periferias urbanas do interior do país, destacando a identificação de papéis de gênero na participação social vinculada à produção de cuidados e à construção do comum como estratégias de ressignificação das desigualdades sociais e da estigmatização territorial.
Palavras-chave
pandemia, política habitacional, população urbana, participação comunitária, direitos sociais e econômicos.
DOI: https://doi.org/10.30972/crn.41418540
INTRODUCCIÓN1
Este artículo analiza experiencias de familias de barrios populares en una provincia del noroeste argentino antes, durante y después de la pandemia de Covid-19 (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2020). Estas experiencias reflejan cambios y continuidades en las dinámicas urbanas, que profundizan procesos de desigualdad y segregación socioespacial. Dicha segregación se manifiesta de manera interseccional en torno de género, raza/etnia, clase, generación, cultura y localización geográfica, configurando formas específicas de habitar y experimentar la ciudad.
La pandemia impulsó un debate sobre los modos de vida urbanos y sus implicancias en la formulación de políticas públicas orientadas a reducir las brechas sociales, visibilizando dinámicas estructurales asociadas a la producción de enfermedad y muerte en sectores vulnerados (Barreto y Abildgaard, 2022). Esto permite reabrir interrogantes sobre las condiciones sociohabitacionales de las ciudades y su impacto en la salud y calidad de vida urbana.
Con este marco, el objetivo general de la investigación es analizar cómo se configura la vida cotidiana y qué acciones colectivas de resignificación emergen en barrios populares en contextos de crisis socioepidemiológica. En particular, se exploran los vínculos, las formas de trabajo y la relación con las instituciones en tres barrios de la Ciudad Capital de Santiago del Estero. La pregunta central que guía el estudio es: ¿cómo se reconfiguró la vida cotidiana en barrios populares urbanos de Santiago del Estero en el marco de la pandemia por Covid-19?
Partimos del supuesto de que la pandemia produjo una profundización de brechas sociales y quiebres de sentidos en torno de la configuración de la vida cotidiana de los barrios populares. Este proceso socioepidemiológico mundial llevó a repensar las nociones de precariedad, informalidad y autonomía económica para dar cuenta de la interdependencia y el trabajo asociado a mantener los tejidos de relaciones sociales en la ciudad (monje silva et al., 2022). Estos quiebres de sentidos se vinculan con estrategias singulares y colectivas para sobrellevar las condiciones materiales, sociales y epidemiológicas que se produjeron en este contexto.
Las ciudades, especialmente aquellas con alta densidad y actividad económica —responsables del 80% del PIB global—, han sido motores de crecimiento desigual. A menudo invisibilizan economías y trabajos esenciales como los de cuidado, indispensables para la reproducción de la vida y el sostenimiento del tejido social. Analizar lo urbano desde esta perspectiva permite evidenciar cómo el espacio refuerza cargas desiguales, principalmente sobre mujeres en asentamientos precarios del sur global, donde prevalece el empleo informal (Monje Silva et al., 2022). Aunque Santiago del Estero tiene menor densidad y dinamismo económico que otras ciudades argentinas (como Buenos Aires, Córdoba o Rosario), reproduce patrones de crecimiento desigual (Gurmendi y Silveti, 2021).
En este contexto estructural, en marzo de 2020, Argentina declaró la emergencia sanitaria (DNU 260/2020) y se implementó el Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO)2 mediante el DNU 297/2020. Estas medidas limitaron drásticamente la circulación, exceptuando a trabajadores/as esenciales, y transformaron profundamente la vida cotidiana, generando procesos de resignificación en torno de la comprensión de la pandemia como un acontecimiento disruptivo (Sy et al., 2021).
Descripción del lugar de estudio
La investigación se desarrolló en la ciudad Capital de la provincia de Santiago del Estero —ubicada en el noroeste argentino—. Esta provincia marcada por la desigualdad y la pobreza estructural (Gurmendi y Silveti, 2021) cuenta con una población de 1.060.906 habitantes, concentrándose la mayor densidad en la ciudad Capital, con 330.112 personas (INDEC, 2022). El estudio se enfoca en tres barrios contiguos situados a quince cuadras del centro urbano y próximos al margen del río que atraviesa la ciudad. Para preservar el anonimato de los participantes, se omiten los nombres de los barrios y de las instituciones abordadas.
A pesar de su cercanía al centro, algunos sectores carecen de servicios básicos como agua potable, recolección de residuos, transporte, alumbrado público, red cloacal, gas y electricidad. Dos de estos barrios se clasifican como asentamientos informales y figuran en el Registro Nacional de Barrios Populares, bajo el marco de la Ley Nacional 27.694 (2022) sobre regularización dominial e integración sociourbana. Según esta normativa, un barrio popular debe contar con al menos ocho familias agrupadas o contiguas, sin título de propiedad y sin acceso regular a dos de los tres servicios básicos: agua corriente, energía eléctrica con medidor domiciliario y red cloacal (Ministerio de Salud y Desarrollo Social, 2019) —definición alineada con Organización de Naciones Unidas (2019)—.
En el ámbito sanitario, los barrios cuentan con tres Unidades Primarias de Atención (UPA), dependientes del Ministerio de Salud provincial, orientadas a mejorar la calidad de vida mediante la participación social (Vignolo et al., 2011). A nivel educativo, existen dos escuelas primarias públicas y dos jardines municipales. También operan congregaciones religiosas evangélicas y católicas, que además de sus funciones litúrgicas, colaboran con ONG en cuestiones como el consumo problemático de sustancias y el acceso a la alimentación. Se suman organizaciones eclesiales de base, espacios de apoyo social y un club deportivo con relevancia provincial, que fortalece la identidad barrial.
Asimismo, se observan vínculos con movimientos sociales de alcance nacional. Algunas personas y colectivos participan activamente en el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), una de las iniciativas de organización popular más relevantes del país (Liaudat et al., 2023), y en Barrios de Pie (Gradin, 2017). Estas agrupaciones impulsan acciones autogestivas como comedores, merenderos, apoyo escolar y actividades comunitarias.
A continuación, se presenta un cuadro con indicadores sociodemográficos y de condiciones de vida que caracterizan a los barrios estudiados, la ciudad Capital y la provincia.
Cuadro 1

Indicadores demográficos, económicos y de condiciones de vida en los barrios, la ciudad Capital y la provincia de Santiago del Estero
Estado del arte
En relación con el tema de investigación, diversos trabajos previos analizaron los efectos de la pandemia en sectores populares. Esperon y Etchegaray (2022) conceptualizan a la pandemia del Covid-19 como un acontecimiento pandemocrático que produjo cambios repentinos de forma caótica. Este evento pone de relieve la fragmentación social del espacio, en las ciudades, que establece proximidad de sectores de alta renta con barrios de viviendas precarias. Esta fragmentación genera espacios caracterizados por el limitado acceso al agua potable y el hacinamiento, contextos en que la implementación del ASPO no consideró el sufrimiento social ni los padecimientos individuales preexistentes y las diferencias sociales se acotaron a variables epidemiológicas (Mastrangelo et al., 2022; barreto y abildgaard, 2022; Roig, 2020).
El trabajo de Monje Silva et al. (2022) advierte que en pandemia se acrecentó una característica de las dinámicas de barrios populares vinculada con la alta participación de mujeres jefas de hogar como dirigentes de comités en asentamientos informales, a pesar de la alta carga de cuidados que enfrentan y de la informalidad de la que dependen sus ingresos. Esto generó un triple desempeño: el cuidado de la comunidad, del hogar y la generación de ingresos. Una de las formas en que esto se refleja es la organización de ollas comunitarias. Allí se visibiliza la escasa e ineficiente implementación de medidas de emergencia centralizadas por el Estado.
En ese sentido, Bang et al. (2022) identificaron que la posibilidad del sostén y el redimensionamiento de prácticas participativas y articuladas en red (en contexto de ASPO) han resultado fundamentales en territorios donde existen redes comunitarias e institucionales, producto de procesos participativos previos. Recuperar estas experiencias organizativas previas y analizar sus devenires en contextos socioepidemiológicos críticos permiten visibilizar condiciones de vida urbanas que involucran procesos de segregación y estrategias que se producen a partir de ello.
En Santiago del Estero, Garay y Torres (2021) señalan que en los sectores periféricos urbanos de la provincia predominan actividades asociadas con la construcción, ventas, servicios domésticos, otros como cartoneros y recolección, actividades que se vieron afectadas por la restricción de la circulación que implicó la paralización de la fuerza de trabajo de las actividades denominadas “no esenciales”. Por su parte, Ithuralde et al. (2024) identifican en la provincia, la sobrecarga del cuidado y la escolarización domiciliaria en la provincia que recayó principalmente en las mujeres. Esto generó brechas en el acceso a educación entre quienes lograron resolver la digitalización y la conectividad que requirió la continuidad educativa en muchos casos y las dificultades de las familias con menor educación para acompañar tareas escolares a nivel nacional (Anderete Schwal, 2020).
Respecto de la vida cotidiana en sectores populares de Santiago del Estero, se resalta el trabajo de Pereyra (2023) donde analiza estrategias de supervivencias, violencias y formas en que las medidas preventivas reactualizan hechos pasados en un barrio del sur de la Capital provincial. Allí se evidenció que las desigualdades se han acentuado con la pandemia y esto ha obligado a desplegar nuevas estrategias de supervivencia para gestionar nuevas carencias.
En cuanto a dinámicas provinciales vinculadas con el género, el trabajo de de León et al. (2023) aborda la violencia patriarcal y extractivista contra mujeres rurales en pandemia. Allí dan cuenta de escenarios rurales vinculados con el extractivismo y un incremento en las violencias en general y contra las mujeres en particular, en el marco de las medidas de ASPO. Este incremento se refleja en el aumento de femicidios, que posicionó a la provincia como la de índice más alto a nivel nacional.
Marco teórico
La perspectiva teórica de esta investigación se construye desde la investigación social interdisciplinaria y se sirve de conceptos presentes en las Ciencias Sociales, particularmente de la Sociología, la Antropología, la Psicología Social y Comunitaria y la Salud Colectiva Latinoamericana. Los conceptos analíticos principales giran en torno de la vida cotidiana, los acontecimientos disruptivos, las estrategias de organización social y la producción de cuidados. Estas conceptualizaciones permiten acercar conocimientos a las complejidades de las dinámicas sociales urbanas en espacios sociales y geográficos vulnerados. La corriente de la Salud Colectiva, particularmente la mirada de la determinación social de la salud, enfatiza en que la salud es un objeto polisémico, inscrito en un proceso dialéctico de determinación sociohistórica. La epidemiología crítica ha tomado aportes de la geografía crítica, que le ha permitido superar la visión empírico-reduccionista de «lugar» y que propone vincular los procesos de salud-enfermedad-cuidado con las condiciones materiales de existencia, la estructura socio-económica y la producción de desigualdad como una de las bases del capitalismo (Breilh, 2010).
En este sentido, toma relevancia el análisis de las experiencias de quienes viven en barrios populares, comúnmente denominados villas, asentamientos y urbanizaciones informales. Estos barrios a menudo cargan con la estigmatización territorial. El estigma territorial se refiere a la atribución de inferioridad a los habitantes de ciertas zonas geográficas (Wacquant y Mayer, 2007), creando representaciones sociales negativas que afectan, tanto a individuos como a instituciones. Al territorializar el estigma, los habitantes lo interiorizan y reproducen en su identidad, aunque no de manera homogénea. La estigmatización puede transformarse y resignificarse de diversas formas, una de ellas es la acción colectiva, entendida como el resultado de la asociación de individuos con intereses comunes que desarrollan estrategias colectivas como alternativa para mejorar sus condiciones de vida (Schuster, 2005).
Estos procesos de reproducción y de transformación se expresan en la vida cotidiana como lugar estratégico para pensar la sociedad en su compleja pluralidad de símbolos e interacciones. La vida cotidiana es el espacio donde se encuentran las prácticas y las estructuras del escenario de la reproducción social (Reguillo, 2000). Allí se producen acontecimientos, definidos como ciertos fenómenos que rompen la cotidianidad del mundo que nos rodea, son disruptivos, críticos o extraordinarios, pues son aquellos eventos que trastocan las vidas de las personas amenazando las rutinas, la dinámica y los sentidos otorgados a la cotidianidad (Brunatti y Silva, 2023).
Los acontecimientos disruptivos son los que, muchas veces, movilizan a producir cambios en las dinámicas de organización social autogestiva o articulada a políticas estatales. En ese sentido, la definición de los movimientos sociales no puede considerarse homogénea ni estática, es ahistórica, polimorfa y cambiante. A su vez, está atravesada por tensiones y conflictos a su interior, signados por pulsiones anticapitalistas y tendencias conservadoras, en el marco de los procesos sociopolíticos sobre los que inciden y que los modifica (Vakaloulis, 2003).
METODOLOGÍA
La investigación se enmarca en un diseño cualitativo descriptivo-interpretativo (Vasilachis, 2013), a partir de un muestreo no probabilístico delimitado por saturación teórica (Martínez-Salgado, 2012) con participantes voluntarios/as mayores de 18 años y de diferentes géneros, que residen en los tres barrios abordados y participan en actividades comunitarias. Se realizaron entrevistas mixtas –que combinaron elementos estructurados y no estructurados– con consentimiento informado que garantizaba el anonimato. Estas fueron grabadas y transcriptas. A ello se sumaron registros de conversaciones informales –individuales y grupales– en el marco de reuniones semanales de trabajo y registros de campo de observación participante. Para resguardar el anonimato, se cambiaron nombres y se omitieron los nombres de instituciones y barrios. La muestra quedó conformada por un total de veinte personas, de las cuales siete forman parte del grupo coordinador de actividades comunitarias y trece son asistentes. Además, se construyó un corpus documental, con los registros obtenidos de medios periodísticos, boletín oficial –leyes y decretos– e informes oficiales, para identificar y relacionar cambios y continuidades entre las medidas políticas y las experiencias en la periferia urbana.
La recolección de datos se realizó en el período 2017-2024. Inició a partir del trabajo de una de las autoras en su rol de psicóloga integrante del equipo interdisciplinario perteneciente a una institución religiosa con acción social vinculada con los barrios abordados. En 2020 inició un proceso de investigación asociado a una beca y a estudios de posgrado en el área de la Salud Familiar y Comunitaria. Sobre el recorte temporal, cabe aclarar que el estudio abarca recolección de datos desde 2017 hasta 2024, en relación con el objetivo de estudio que busca conocer y comprender condiciones de vida previas a las medidas de ASPO (2017-2020), su reconfiguración en torno de las mismas a partir de 2020 y el devenir de los cambios a partir de la flexibilización de la medida (desde fines de 2020) y la posterior “nueva normalidad” pospandemia (desde 2021).
El análisis de contenido de los datos se realizó a partir de su organización en una matriz conceptual ad hoc, constituida por los diferentes momentos de análisis –antes, durante y después de la pandemia de Covid-19– en relación con tres dimensiones: los vínculos familiares y comunitarios, el trabajo y la relación con las instituciones. Se realizó un proceso de codificación abierta sobre la información recolectada en tres etapas: la lectura y simplificación de la información en la selección de los textos significativos para la investigación y el proceso de categorización de la información obtenida para ordenar las distintas temáticas abordadas (Izcara-Palacios, 2014).
RESULTADOS
Pandemia y producción comunitaria
En cuanto a las condiciones habitacionales, en coincidencia con la caracterización del Renabap, los registros de campo evidencian casas muy próximas entre sí, diferenciadas por cercas precarias. La mayoría de las calles son de tierra y hay pasajes que conectan las viviendas con escaso acceso o conexiones informales a servicios de luz, agua y gas, sin recolección de residuos ni transporte urbano al interior de los barrios. Respecto de las condiciones laborales, las personas entrevistadas en su totalidad refieren actividades informales y precarias, que agravaron el acceso a alimentos e ingresos durante el ASPO (Garay y Torres, 2021).
Las condiciones habitacionales y la falta de conexión de luz segura, de agua, de recolección de residuos y de acceso a un transporte público de los barrios, hicieron que la vida cotidiana de las familias se torne más difícil de lo habitual. De julio a diciembre de 2020, se identificaron diferentes situaciones que dan cuenta de las condiciones de vida precarizadas, principalmente vinculadas al acceso a agua apta para consumo: “aquí no tenemos agua, hay una manguera que pasa por la esquina y de ahí nos conectamos todos”(Irma, noviembre del 2020, merendero), a pesar de encontrarse a quince cuadras del casco céntrico. Esto implica reconocer que existen formas en las que una ciudad propicia la movilidad geográfica para el acceso a recursos y derechos (Rodriguez Merkel, 2014). Sin embargo, otras no: el ASPO, sujetó a la población al espacio geográfico y profundizó la segregación residencial socioeconómica.
La imposibilidad de movilizarse para trabajar y de producir ingresos económicos para gestionar alimentos fue una de las preocupaciones frecuentes durante la vigencia del ASPO en los barrios populares (Mastrangelo et al., 2022). En el caso de los sectores populares, el ASPO significó, entonces, un reforzamiento de barreras sociales y simbólicas que produjeron distancia e inaccesibilidad expresada en las dificultades para salir del barrio y en concretar los objetivos de la salida en términos de una “odisea” (Oriolani, 2024). Algunos registros que dan cuenta de cambios respecto de la circulación y el trabajo permiten advertir también estrategias y emocionalidades vinculadas a ello:
Mi marido ha dejado de trabajar porque no abría la verdulería donde él estaba, así que con mi sueldo [se refiere a la asignación por hijo] nos arreglábamos… bah, yo siempre me encargo de pagar las cosas y él me ayuda cuando consigue las changas. Mi sueldo es el único fijo que tenemos todos los meses, la asignación la cobro yo. (…) En la pandemia, con lo que juntábamos todos con mi familia la pasamos, era catastrófico porque no teníamos nada en la heladera, ahí nos hemos unido como familia. Después cuando empezamos a salir, mi hermano volvió a trabajar y mi marido también salía. Mientras, nos ayudó una familia vecina con plata y la ayuda del merendero. (Andrea, octubre 2020)
Otras entrevistadas refieren:
Mi marido dejó de trabajar. A él lo contratan desde la empresa y lo dejaron sin trabajo. Como no podíamos salir del barrio, empezamos a hacer comida para vender. Al principio fue feo, mi marido se sentía mal porque no teníamos para comer, nos ayudaban los vecinos (Mariela, noviembre 2020).
En mi caso, cuidaba una niña aquí cerca del barrio, deje de ir por el aislamiento, porque mi patrona se quedaba en la casa, así que tuvimos con mis hijos que hacer otras cosas porque no teníamos plata, del merendero nos mandaban cosas y después mi familia me ayudaba. Yo hacía tortilla y rosquetes, mis vecinos me compraban y con eso me ayudaban. (Alejandra, noviembre 2020)
Surgimiento del merendero
Como se mencionó anteriormente, desde 2017 una de las autoras trabaja en el rol de psicóloga de una institución religiosa con acción social, junto a grupos de jóvenes de los barrios abordados. Entre las actividades que articulan, se encuentran talleres recreativos y de oficios y se busca incorporar a quienes participan al sistema educativo formal. En el contexto de la pandemia Covid-19, las actividades de articulación se modificaron. Las medidas dispuestas a reducir la propagación del virus implicaron que no se pudiera iniciar con las actividades presenciales en la institución y la necesidad de repensar cómo continuar.
En mayo de 2020, dos jóvenes, Marcos (25 años) y Exequiel (19 años), que participaban en actividades de la institución religiosa, se acercaron a manifestar su preocupación por la situación de las familias de los barrios, fundamentalmente en torno del acceso a la alimentación y la situación de calle. A partir de allí, propusieron la idea de crear un espacio de merendero. Fue a raíz de la conversación con Marcos y Exequiel, que el director de la institución gestionó los permisos correspondientes a nivel provincial para que el equipo interdisciplinario de acompañamiento de la institución –compuesto por una educadora para salud, una trabajadora social y una psicóloga–, pudieran concurrir en forma semanal a un espacio destinado a la producción del merendero para acompañar su organización. Marcos y Exequiel convocaron a otras personas de los barrios, con las que conformaron un grupo de siete coordinadores (cuatro mujeres y tres varones). Como primera estrategia, se propusieron reuniones semanales para organizar tareas y funciones. Este proceso permitió reconocer la capacidad de estas personas de movilizar transformaciones cotidianas en contextos críticos.
Una de las primeras tareas del grupo coordinador fue la producción de notas formales de pedido de colaboración de alimentos a comercios cercanos. Una vez que se obtuvieron las primeras donaciones y en función de los permisos y horarios habilitados para circular, se decidió que el merendero funcionaría los días miércoles. El lugar para el merendero fue propuesto por Andrea (una de las jóvenes que conformaba el equipo coordinador): el patio de su casa. Se invitó a vecinos/as yendo casa por casa, mientras se hacía un primer relevamiento de cantidad de integrantes del hogar, focalizando en infancias y vejeces.
El merendero comenzó a brindar alimentos desde principios de julio de 2020. Los y las jóvenes preparaban dos mesas para el amasado del pan y/o tortilla y la parrilla. Los varones se encargaban de la búsqueda de leña para el fuego y las mujeres del amasado. Esta diferenciación de tareas refleja la distribución social de roles de género asumidos (Roig, 2020), donde las tareas vinculadas a la fuerza y el peligro son atribuidas a los varones y las tareas al interior del hogar son para las mujeres. Como el patio de Andrea no contaba con agua de red apta para consumo, se le solicitó a Patricia, una vecina, que facilitaba una manguera desde el único grifo exterior de su casa y con esto se lograba llenar la olla y hacer calentar el agua para el mate cocido (infusión de yerba mate) y la leche.
Estas primeras acciones colectivas fueron el resultado de la asociación y conformación/consolidación de vínculos entre diferentes jóvenes del barrio e instituciones con un interés común: el de resolver el acceso a alimentos, a partir de lo cual desarrollaron estrategias colectivas como alternativa para transformar, en circunstancias ocasionales y delimitadas, las probabilidades de lograr un cambio (Schuster, 2005).
El merendero como espacio de producción de cuidados
El patio de Andrea convocaba, además del grupo coordinador, a otros/as jóvenes de diferentes edades, entre 18 a 28 años, que colaboraban con las tareas para realizar y entregar la merienda a tiempo. Algunas de estas personas manifestaron situaciones de consumo problemático de sustancias en general y situación de calle, algo que generaba sensaciones y experiencias de estigmatización y marginación con vecinos/as y personas ajenas a los barrios donde residen. Con el advenimiento de la medida preventiva del ASPO, no se detuvo el consumo. Esto se evidenció en las entrevistas realizadas a las familias que expresaron, por ejemplo: “Mi hijo al principio no salía, no lo dejábamos salir por miedo, después él se escapaba y volvía muy consumido” (Rosa, noviembre 2020); “lo hacemos pasar y le pedimos que se bañe”(Irma, noviembre 2020);“durante el día sale, pero vuelve a la noche” (Graciela, octubre 2020, merendero). El consumo problemático de sustancias, principalmente alcohol y drogas psicoactivas, está presente en estos barrios desde hace, al menos, diez años y es una preocupación recurrente en las narrativas de las familias.
Estas situaciones de consumo problemático aparecían relacionadas, algunas veces, a situaciones de violencia en general y por motivos de género en particular. En dos oportunidades (septiembre y octubre de 2020) vecinas advirtieron situaciones de violencia de género y buscaron resolverlas. En el espacio del merendero comentaron: “Llamamos a la policía, pero no vinieron, así que nosotros calmamos al chango y lo sacamos de la casa”(Mariela, septiembre 2020, merendero). En este sentido, la ausencia de respuestas institucionales visibiliza la implicación de la comunidad para resolver un problema sentido como comunitario. No fueron indiferentes, sino que buscaron estrategias para enfrentar y poner límite a las violencias. De esta manera, en el merendero se constituyó colectivamente un espacio de problematizaciones y visibilización de problemáticas que se encauzaron desde estrategias de acción colectiva. Esto permitió hacer visible la producción de estrategias de cuidado comunitario, principalmente, vehiculizadas por mujeres.
Cabe aclarar que la relación de los barrios populares abordados con la policía no está exenta de conflictos. Por el contrario, las observaciones y los relatos dan cuenta de que involucrar a la policía en la resolución de conflictos vinculados con situaciones de consumo y/o de violencia de género, a veces, constituye una nueva situación de violencia: la violencia institucional (Schnyder y Medina, 2023).
Por otra parte, las condiciones habitacionales de hacinamiento que caracterizan a muchas viviendas de los barrios abordados afectaron las dinámicas familiares al no tener espacios adecuados paraquedarse en casa. Se tensaron los vínculos intrafamiliares y se sobrecargaron las tareas de las mujeres que debían cuidar, educar, alimentar, sanar y convivir, sumado a la imposibilidad de salir a trabajar de los varones y la consecuente falta de ingresos. Todo esto fue generando efectos en la salud mental que aparecen en la mayoría de los relatos. Una de las personas entrevistadas refiere: “Al principio estaba todo tranquilo, bien…pero después ya no podíamos trabajar… estábamos muy nerviosos (…) él es muy nervioso, y cuando no alcanza se pone loco…” (Norma, noviembre, 2020). A su vez aparecieron efectos emocionales vinculados al contagio como temores al virus o a enfermedades que no puedan ser atendidas porque todo se concentró en Covid-19: “Me ponía muy nerviosa cuando salía alguno (…) tenía mucho miedo, no quería salir” (Paula, noviembre, 2020).
Una vez finalizadas las grabaciones de las entrevistas, casi la totalidad de participantes refirieron haber sufrido o atestiguado situaciones de violencias por motivos de género. En algunos casos, con intervención policial orientada, por un lado, a producir la denuncia formal y, por otro lado, a poner un límite y tranquilizar el momento. Se comprende que la denuncia de situaciones de violencia por motivos de género produce temor por represalias y vergüenza para quienes las sufren (Giraldo, 2019), lo que propicia que la información emerja al detener la grabación. Esto motivó a generar espacios seguros de escucha en el merendero para acompañar este tipo de experiencias.
Revalorizar espacios barriales: construir comunidad frente al despojo.
Otra de las actividades comunitarias que se propusieron a partir de los intercambios en el merendero, fue recuperar un predio abandonado que, en los principios del barrio, era un espacio verde de reunión y de actividades comunitarias, recreativas y deportivas. Antes de la pandemia, este espacio se encontraba inutilizado, convertido en basural y depósito de escombros de una empresa constructora. La idea de recuperación del espacio surge de los y las jóvenes del grupo coordinador, que buscaban refaccionar para volver a utilizarlo, “como se hacía antes (…) siempre había chicos aquí (…) podríamos armar una escuelita de fútbol” (José, marzo 2021).
Sin embargo, pertenecer a una comunidad estigmatizada puede resultar en una menor legitimidad para demandar inversión municipal para mejorar el barrio y la decisión de inversión en un lugar difamado puede significar un menor rédito político para funcionarios/as (Kessler, 2012). Con todo, la iniciativa de recuperación de este espacio, junto con otro tipo de actividades como trazar red de agua domiciliaria, refleja que los barrios populares generalmente se inician como asentamientos informales y se convierten en espacios autourbanizados a partir de las acciones colectivas (Cravino, 2016). Estas acciones permiten generar sentimientos de pertenencia en la vida cotidiana, a partir del uso de los espacios. Según de Certeau (en Fenster, 2010), las actividades físicas cotidianas en la ciudad son parte de un proceso de apropiación y territorialización, que emergen en el uso cotidiano de los espacios.
Barrios populares en una nueva normalidad frente a estructuras preexistentes
En diciembre de 2020 y con el inicio de la campaña de vacunación contra Covid-19 a nivel nacional, comenzaron a flexibilizarse ciertas medidas de aislamiento, como los horarios de circulación. En la ciudad de Santiago del Estero, se retomó gran parte de las actividades laborales (Monti, 2022), lo que posibilitó que las familias pudieran realizar actividades fuera del barrio para generar ingresos.
Este proceso conllevó una reorganización en el espacio del merendero, principalmente porque quienes integraban el equipo coordinador retomaron con sus tareas domésticas y laborales, lo que redujo el tiempo de dedicación al espacio comunitario. Desde la institución que acompañaba estas acciones, se buscó fortalecer el trabajo comunitario, a partir de generar un mínimo ingreso económico que les permitiera dedicar tiempo al merendero y sostenerlo como lugar de encuentro y problematización comunitario. Allí surgió la identificación de la necesidad de iniciar con capacitaciones de oficios, con el fin de construir pequeñas cooperativas de trabajo y sumar capacitaciones en relación al abordaje comunitario de la problemática del consumo y de las violencias.
Alcances y desafíos de planes estatales en vínculo con organizaciones sociales
Una de las alternativas para sostener actividades comunitarias a partir de algún tipo de ingreso económico fue articular con una organización social con trayectoria en el barrio: Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). Esto permitía gestionar planes y programas estatales. A partir de ello, se construyó un proyecto conjunto entre referentes del MTE y el grupo coordinador del merendero, para potenciar actividades comunitarias iniciadas y su continuidad, fortaleciendo el rol de los y las jóvenes como promotores de cambios a nivel barrial. Se realizaron dos jornadas de trabajo articulado, donde identificaron problemáticas del barrio: los consumos problemáticos de sustancias, las cuestiones habitacionales y de gestión barrial (como recolección de residuos, mantenimiento de las calles de tierra, etc.); y temas ligados a las situaciones de violencia, en especial las de género.
A finales de julio de 2021, referentes del MTE informaron al grupo coordinador que cien personas podrían ingresar al plan Potenciar Trabajo. Este plan, creado en 2020, se orientaba a la inserción laboral para contribuir a mejorar la empleabilidad y generar nuevas propuestas productivas para promover la inclusión de personas en situación de alta vulnerabilidad social y económica (Ledda, 2023). Para ello, referentes del Movimiento orientarían acerca de la cantidad de horas de prestación laboral, tareas, lugar de trabajo y cobros –un porcentaje iría a la organización que gestiona el acceso a este plan–.
Al mes siguiente, se puso en marcha el plan Potenciar Trabajo, con un monto fijo mensual equivalente a la mitad de un salario mínimo por el lapso de un año. Los y las jóvenes debían cumplir funciones laborales con una carga total de ocho horas por día. Desde el equipo coordinador se propuso al MTE que se contemplen las horas de los talleres y de las actividades del merendero como parte de la jornada diaria, porque se consideró significativo sostener y potenciar lo comunitario desde el espacio del merendero y fortalecer al grupo que lo sostiene. Sin embargo, esto no fue contemplado y se solicitó que los y las jóvenes dentro del Plan fueran a “casas” en diferentes barrios populares de la ciudad, a veces en zonas alejadas o con las que existían conflictos.
Si bien, contar con ingresos para tareas que ya realizaban ad honorem motivó al grupo en general, también se identificaron tensiones, en especial en torno a la participación de las mujeres. Este malestar de cumplir jornada laboral de ocho horas en espacios ajenos se manifestó, por ejemplo, a partir de dificultades para sostener la participación social en el merendero autogestivo y todo lo que éste propiciaba en términos de encuentro y de movimientos en las estructuras familiares conocidas: “Ya no estoy en casa (…) me dicen que abandono a mis hijos” (Marcela, octubre del 2021); “Mi marido quiere que deje (…) hay problema con la plata, porque yo ahora cobró más…” (Andrea, octubre del 2021). De esta manera, la inserción al plan Potenciar Trabajo modificó dinámicas dentro del merendero y dentro de las dinámicas familiares.
La forma de implementación del plan, bajo imposiciones que menoscababan las capacidades comunitarias-barriales para visibilizar problemas y hacer demandas, evidenciaron quiebres en la organización comunitaria lograda de forma autogestiva en el merendero y la fragmentación de la política social, mediada por una transferencia monetaria directa. Otros procesos similares se reflejan en el trabajo de Aenlle y Dondo Bhüler (2024). En los relatos de las entrevistas se refleja el malestar que producía la cantidad de tiempo y las exigencias a cumplir en espacios que se sentían ajenos, sumados a las actividades de capacitación en oficios, generaban procesos extenuantes. Las dinámicas comunitarias construidas en el merendero se tornaron abrumadoras. La mitad de las y los jóvenes dejó los talleres de capacitación por falta de tiempo y por superposición de tareas que debían cumplir en las otras “casas” del Potenciar Trabajo.
Estos conflictos por las imposiciones de prestación laboral se vinculan también con los modos de toma de decisiones: en el merendero se orientaban más desde una forma organizativa asamblearia, colectiva y horizontal, mientras que, a partir de la implementación del Plan, la dinámica cambió completamente: las decisiones se tomaban unilateralmente y el cumplimiento de estas exigencias estaba atado a la posibilidad concreta de la transferencia monetaria, sean o no afines con los propósitos colectivos.
Particularmente los varones del grupo coordinador manifestaron los conflictos que les producía el tener que ir a otros barrios en donde no conocían a la gente y no se sentían parte. Tampoco podían ir con su ropa diaria, porque resultaba fácilmente identificable que no pertenecían al barrio, esto generaba situaciones de violencia o agresión y peleas entre grupos de jóvenes, principalmente vinculadas a la pertenencia a clubes de fútbol contrarios. Esta situación devino en el abandono de jóvenes del Plan y de las actividades del merendero: “Nosotros pensábamos que íbamos a trabajar en nuestro barrio” (Pablo, noviembre del 2021).
Estas situaciones permiten evidenciar formas de producción de territorios que forman parte de las definiciones identitarias de los diferentes grupos, a partir de las cuales se revalorizan aspectos vinculados a las formas de vida barriales, aun en contextos de precarización. En los espacios de reunión del equipo coordinador, se puso de manifiesto el malestar que generaban los modos de construcción de decisiones jerárquicas. Otras jóvenes decidieron cambiarse de “rama” dentro del Plan para encontrar un mejor ambiente. En estas nuevas ramas, las funciones eran otras o estaban más relacionadas con sus gustos y preferencias “la chica ahí nos trata bien (…) trabajamos sobre huertas y hacemos cosas para vender” (Alejandra, diciembre 2021), “cocinamos para otros merenderos (…) organizamos la feria” (Marcela, diciembre 2021).
Esta disgregación del grupo llevó a una nueva reorganización en el espacio del merendero: quedó sostenido solo por mujeres, que pudieron equilibrar su rol en el merendero con sus roles domésticos. Además, lograron sostener el Plan Trabajar gestionando la posibilidad de ejercer funciones en el propio barrio, a partir de informarse y tomar acciones jurídicas sobre sus derechos en relación con el Plan. Aquí se confirma la triple carga que advierte Monje Silva et al. (2021) como característica de las experiencias de mujeres en barrios populares: cuidar lo doméstico, cuidar lo comunitario y generar ingresos. Por el contrario, los varones fueron abandonando el merendero, renunciando al plan y consiguiendo otros trabajos dentro del mercado laboral informal y temporario.
El proceso de incorporación al merendero como espacio de construcción comunitaria fue diferente entre las jóvenes. A aquellas jóvenes que antes de la pandemia se desempeñaban como personal de trabajo doméstico les fue muy difícil modificar su rutina diaria y adaptarla a los requerimientos de la organización política y al merendero. Con la “nueva normalidad”, ellas retomaron sus trabajos y dejaron el espacio del merendero y del Plan. En tanto que las mujeres que, antes de la pandemia, trabajaban como amas de casa el espacio del merendero les posibilitó salir de sus hogares y vincularse con otros actores sociales dentro y fuera de sus barrios, además de la incorporación a un Plan estatal de trabajo.
En síntesis, el barrio cuenta con múltiples instituciones y acciones sociales de larga data, sin embargo, las problemáticas barriales persisten, se intensifican y se perpetúan. Son los espacios de organización comunitaria los que sostienen a las familias ante la ausencia de medidas estatales adecuadas. En este sentido el merendero, ante las crisis, sirvió como lugar de encuentro, principalmente de las mujeres. Allí, ellas socializaban estrategias para resolver problemas cotidianos entre crisis sociales, epidemiológicas y subjetivas. En 2024 el merendero no continuó, debido a la escasez de recursos.
CONCLUSIONES
Las dimensiones analizadas permiten identificar estrategias puestas en juego y su devenir en los tres barrios populares en relación al trabajo, los vínculos y las instituciones, donde se tensionan medidas estatales orientadas a mejorar condiciones de vida habitacionales y de empleabilidad, profundizadas en pandemia.
El proceso de integración sociourbana descripto constituye una deuda pendiente en los barrios abordados. Se evidenció que, durante los ocho años de desarrollo del trabajo de campo desde 2017, las condiciones habitacionales no se modificaron en ninguno de los ítems ni enfoques que proponen los marcos legales. Por otro lado, las medidas para mejorar la empleabilidad resultaron controversiales en su modo de implementación y generaron procesos heterogéneos que no lograron inserción laboral estable sino más bien actividades de subsistencia temporales.
Las medidas de ASPO-DISPO, tal como lo muestran los antecedentes, en general no lograron contemplar las particularidades de los diferentes grupos sociales ni las características socioeconómicas de los barrios populares. En este estudio identificamos que las familias entrevistadas lograron, en su mayoría, acatar las medidas sanitarias y que las dificultades para el cumplimiento se relacionaron con la discontinuidad de ingresos laborales de los hogares y con la dificultad de acceso a la alimentación, o bien, con los consumos problemáticos de sustancias y la violencia de género. El merendero, como espacio de encuentro comunitario, se constituyó en el principal lugar para la problematización de esas situaciones de malestar y de producción de acciones colectivas para enfrentarlas y otras para mejorar el barrio, como la autourbanización.
La posibilidad de construir el conocimiento siendo parte del territorio como trabajadora permitió construir una mirada más compleja sobre la vida cotidiana de las familias que habitan las periferias de las periferias. La experiencia de crisis socioepidemiológica que desató la pandemia puso de relieve la necesidad de repensar las nociones de desigualdad, precariedad e informalidad que sostienen tejidos de relaciones sociales en la ciudad. Estas experiencias ponen en el centro de la escena a la tarea de cuidados como derecho, para ser repensado desde lo urbano, y transformar así brechas y estigmatizaciones históricas y estructurantes.
Notas
- Este trabajo forma parte de una investigación mayor, en el marco de una Maestría en Salud Familiar y Comunitaria y de un Proyecto de Investigación de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, cód. 23/D289-Bint-2025.
- El Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) fue una medida excepcional dispuesta por el Estado argentino en marzo de 2020 como respuesta a la pandemia de COVID-19. Su implementación se caracterizó por una progresiva diferenciación territorial y temporal, con fases que variaron según la evolución epidemiológica y las decisiones jurisdiccionales, configurando así un escenario de medidas sanitarias desiguales entre regiones, provincias y municipios.
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